Desconozco
si sigue existiendo el calendario de pared, pero en caso que así sea está
claro que son muy pocos quienes recurren a él y seguramente el progreso de la
tecnología tenga que ver algo en el asunto.
En su
momento Wislawa Szymborska comentó el Calendario
de pared para el año 1973 en la sección de reseñas bibliográficas que tenía
a su cargo en la prensa polaca.
¿Y por
qué no dedicarle algunas palabras a ese calendario de pared al que le vamos
arrancando las hojas? No deja de ser un libro, después de todo, y bastante
gordo, ya que no puede tener menos de trescientas sesenta y cinco páginas. Llega
a los quioscos en una edición que alcanza los tres millones trescientos mil
ejemplares, por lo que se convierte en el mayor best-seller.
Si
todo libro requiere una minuciosa revisión por parte del editor, ni se diga en
el caso del Calendario.
Exige a
sus editores una puntualidad absoluta, dado que su aparición en el mundo
editorial no puede retrasarse un año o un año y medio. Requiere una perfección
profesional de sus correctores, puesto que el más mínimo error podría remover
la conciencia de los lectores. Da miedo solo de imaginar una semana con dos
miércoles, o que el día de Sant Jordi usurpe la festividad de San José. El calendario
no es como una obra científica a la que se le pueda añadir una fe de erratas.
Tampoco es un volumen de poesía en el que los errores del corrector pasan como
un capricho de la inspiración.
Su
contenido –continúa Szymborska- es variado e incluye una amplia gama de saberes
necesarios en circunstancias muy disímiles.
Hay en él
un poco de todo: aniversarios históricos que caen en un determinado día, rimas,
grandes frases, chistes (los típicos de los calendarios, por supuesto),
informaciones estadísticas, adivinanzas, advertencias contra el tabaco y
consejos varios para combatir a los insectos domésticos. Una extraordinaria
maraña de materias y enormes disonancias: la más excelsa historia junto a la
trivialidad del día a día; sentencias de filósofos rivalizando con pronósticos del
tiempo rimados; biografías de héroes acariciando benévolamente los prácticos
consejos de la tía Clementina…
En mi
caso no tengo reparo alguno en reconocerlo: extraño los Calendarios de pared
con todo y su miscelánea informativa.
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