martes, 5 de junio de 2018

Calendarios de pared


Desconozco si sigue existiendo el calendario de pared, pero en caso que así sea está claro que son muy pocos quienes recurren a él y seguramente el progreso de la tecnología tenga que ver algo en el asunto.

En su momento Wislawa Szymborska comentó el Calendario de pared para el año 1973 en la sección de reseñas bibliográficas que tenía a su cargo en la prensa polaca.

¿Y por qué no dedicarle algunas palabras a ese calendario de pared al que le vamos arrancando las hojas? No deja de ser un libro, después de todo, y bastante gordo, ya que no puede tener menos de trescientas sesenta y cinco páginas. Llega a los quioscos en una edición que alcanza los tres millones trescientos mil ejemplares, por lo que se convierte en el mayor best-seller.

Si todo libro requiere una minuciosa revisión por parte del editor, ni se diga en el caso del Calendario.

Exige a sus editores una puntualidad absoluta, dado que su aparición en el mundo editorial no puede retrasarse un año o un año y medio. Requiere una perfección profesional de sus correctores, puesto que el más mínimo error podría remover la conciencia de los lectores. Da miedo solo de imaginar una semana con dos miércoles, o que el día de Sant Jordi usurpe la festividad de San José. El calendario no es como una obra científica a la que se le pueda añadir una fe de erratas. Tampoco es un volumen de poesía en el que los errores del corrector pasan como un capricho de la inspiración.  

Su contenido –continúa Szymborska- es variado e incluye una amplia gama de saberes necesarios en circunstancias muy disímiles.

Hay en él un poco de todo: aniversarios históricos que caen en un determinado día, rimas, grandes frases, chistes (los típicos de los calendarios, por supuesto), informaciones estadísticas, adivinanzas, advertencias contra el tabaco y consejos varios para combatir a los insectos domésticos. Una extraordinaria maraña de materias y enormes disonancias: la más excelsa historia junto a la trivialidad del día a día; sentencias de filósofos rivalizando con pronósticos del tiempo rimados; biografías de héroes acariciando benévolamente los prácticos consejos de la tía Clementina…

En mi caso no tengo reparo alguno en reconocerlo: extraño los Calendarios de pared con todo y su miscelánea informativa.

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