Hay quienes viven
desconfiando permanentemente de todos de tal manera que a sus ojos nadie es lo
suficientemente probo como para depositar la confianza en él. Difícil vivir
así.
En el reverso de la
cuestión se encuentran aquellos que confiaron en quienes no debieron hacerlo.
Los costos son enormes, en particular en el ámbito de la política. Uno de estos
casos, muy doloroso por cierto, tuvo como protagonistas a Salvador Allende y
Augusto Pinochet. El presidente confiaba en el jefe militar, uno de sus hombres
de confianza quien a la postre lo traicionaría y -como veremos- todo parece
indicar que Allende ni se enteró de ello. Sostiene Miguel Ángel Campodónico que
(…) según Mauricio
[Rosencof], es muy posible que Allende, debido a su condición de masón,
confiara en hombres del ejército que integraban su misma logia, que
equivocadamente hubiera depositado en ellos una confianza que al final resultó
trágicamente excesiva. En tal sentido, Mauricio señala que en pleno bombardeo
de La Moneda ,
Allende preguntaba insistentemente “¿dónde está Augusto?, ¿dónde está
Augusto?”, reclamando por Pinochet en quien, aparentemente, confiaba todavía
para que pudiera enfrentar con éxito la grave situación.
En otra versión del
mismo momento, Carlos Caillabet afirma que según algunas versiones el
presidente Salvador Allende hasta poco antes de morir se condolía por la
situación que pudiera estar sufriendo Pinochet en aquel aciago 11 de septiembre
de 1973. “Y cuenta uno
de los sobrevivientes del asalto a La Moneda que el presidente Allende, antes
de ir a la muerte, dijo: ‘Pobre Pinochet, dónde lo tendrán’.”
En relación a este tema Caillabet añade que “Karl
Marx decía que el error más perdonable es confiar en los hombres. Yo agregaría
que puede ser el más caro. Aún así vale la pena equivocarse.”
Sin embargo las dudas allí están: “Pero mi
padre me enseñó que siempre se debe desconfiar pues para confiar hay tiempo. No
sé.”
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