Por
estos días la Cineteca Nacional presenta la exposición “Hitchcock, más allá del
suspenso” y exhibe sus películas que siguen concitando la atención de numerosos
espectadores de todas las edades. La trayectoria del considerado maestro del
suspenso ha sido ampliamente estudiada por muchos autores desde muy diferentes
aristas. Wislawa Szymborska, por su parte, aborda un aspecto de su vida que es mucho
menos conocido.
Hitchcock
debió de ser una pesadilla para todos los dietistas. Vivió hasta una edad
provecta, pese a cargar durante toda su vida adulta con muchos quilos de
sobrepeso. Consumía cantidades ingentes de carne grasienta, espesas salsas y
dulces. El alcohol le acompañaba desde primera hora de la mañana hasta que ya
era noche cerrada.
Pero
ahí no terminan sus desarreglos en cuantos a usos y costumbres personales. “Además,
vivía en un constante estrés. Se enfrascaba tercamente en conflictos con los
productores, los guionistas y los actores.” En síntesis –considera Szymborska- “era
un ejemplo andante de cómo no se debe vivir si uno quiere estar sano y ser
productivo” pero…
Sin
embargo, trabajaba, trabajaba como pocos dentro del mundo de los directores de
cine. Rodó cincuenta y tres largometrajes, de los cuales algunos pasaron a
formar parte de la historia viva del cine, y lo que es más, siguen hoy cortando
el aliento de los espectadores. Añadamos a todo ello sus numerosos trabajitos
para televisión y las películas que no llegó a realizar, pese a haber invertido
muchos meses en ellas.
Concluye
Wislawa Szymborska con una de sus frases cargadas de esa amigable ironía que
tanto disfrutamos sus lectores: “Finalmente murió, pero –si la memoria no me
engaña- cosas como esa también les suceden a las personas que se cuidan…”
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