Álvaro Cunqueiro es uno de esos autores
a quienes es recomendable visitar con cierta frecuencia. Sus crónicas,
habitadas de realidades y fantasías, constituyen buena compañía para toda
ocasión. Ya nos hemos referido a él en este espacio, por ejemplo en lo que hace
a sus consideraciones en torno al vino (https://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2016/07/alvaro-cunqueiro-un-senor-del-vino.html?spref=tw); ahora veremos algunas notas
suyas sobre alimentos afrodisíacos.
Para ir entrando en materia evoca los tiempos de austeridad amorosa y continencia
que se vivieron en Portugal.
Hay que tener en cuenta que las especies
que podemos llamar eróticas, llegaron después de unos tiempos de austeridad
amorosa y continencia, impuesta por la reina doña Felipa de Lancaster, quien no
bien llegó a la corte de Lisboa, suprimió los besos en el reino y los ocultos
encuentros amorosos. Traía una mala experiencia de su país, de Inglaterra,
donde su padre, el duque Juan, obligaba a vivir en la misma casa a la esposa
legítima con los hijos de la, o las, amantes. Como doña Felipa viese a un
caballero en el palacio de Lisboa seguir con los ojos encendidos el paso de una
dama, o cambiar unas frases junto a una ventana o que ella dejaba caer el
pañuelo y se iba, la reina los llamaba a ambos y ordenaba:
-Mañana, a las ocho, en la iglesia de
Santo Domingo.
Y caballero y dama aparecían en la
iglesia y se casaban en presencia de la reina. Lo curioso del asunto es que
casi todos estos matrimonios salieron bien.
Todo parece indicar –según lo narrado
por Cunqueiro- que los momentos de destape
que siguen a los períodos de represión no son exclusivos de nuestra época.
Pasaron los días de doña Felipa y
llegaron las especies de Indias, de Cochín y de Calcuta, las cuales, pasadas a
la cocina excitaron a los portugueses, tipos de por sí muy amatorios y que no
precisaban de excitantes. Es muy difícil saber hoy cuál de las tres canelas que
distinguían los portugueses de entonces era la afrodisíaca o con la que,
molida, espolvoreaban los llamados bolinhos de fita, que parece ser que todavía
se pueden encontrar en confiterías provincianas, aunque ahora espolvoreados con
canela común. Se hacen con yema de huevo, piñones, harina de avena, tienen
forma fálica, y se los espolvorea con azúcar y canela. El portugués se come el
bollito, se ladea el sombrero, y allá se va silbando hacia los triunfos
venéreos.
Las plantas con propiedades afrodisíacas,
continúa Álvaro Cunqueiro, también fueron utilizadas a la hora del aperitivo y
lograban mantener al amador “despierto e insistente, y en perfecto estado de
uso”.
Los lusitanos se encontraron con que los
señores de Calcuta hacían mucho consumo de la planta Rheum undulatum, y
no solamente como alimento en compotas, tartas y confituras, sino que además
los peciolos de la planta, que en medicina son tónicos y purgantes, eran usados
como aperitivo, y añadidos a las huevas de un pez llamado cassoal,
afrodisíaco. El cassoal, los portugueses lo sustituyeron por el escoplo
o caballa. En Portugal se mejoró la receta, usando otra especie de ruibarbo, el
palmeado, añadiendo la pintura de éste a los vinos dulces. Dos o tres copas de
vino así preparadas, parece ser que mantienen al amador despierto e insistente,
y en perfecto estado de uso. En muchos lugares, en la comida de bodas, se bebe
este vino, ahora vino de Oporto, con sus gotas de pintura de ruibarbo, y en los
pequeños pueblos de la costa atlántica, el novio está, un mes antes de casarse,
a huevas de caballa aliñadas con rizoma picado de ruibarbo. Un boticario de
Povoa do Varzim me aseguró más de una vez que la receta era infalible.
Llegado a este punto Cunqueiro –con toda
honestidad intelectual- aclara que no puede ir más allá en la consideración de
la eficacia de este producto, dada la prudencia con la que actuó al momento de
su encuentro con María Palmira dos Placeres.
Yo acostumbro a pasar la frontera de
Portugal por Valencia del Miño, y junto al mercado hay una farmacia, la
farmacia de la licenciada María Palmira dos Placeres. ¡Qué hermoso nombre! Pero
no me atrevo a entrar en su oficina a preguntarle si prepara el aperitivo con
ruibarbo.
Claro
está que el uso de auxiliares amatorios, que viene de larga data, no podía
estar ausente en las preocupaciones de los franceses y en particular de quienes
regenteaban los llamados albergues de amor, tal como lo señala el doctor
Cabanés.
(…)
Un tal Prudhomme era el que tenía el más famoso de estos albergues de amor, que
estaba situado en la calle de Orleáns, en Marais.
Prudhomme
había sido promovido a bañero en 1643. (…)
A
Prudhomme sucedió La Vienne ,
a cuya casa iba Luis XIV, en el tiempo de sus juveniles amores, a bañarse y
perfumarse, y del cual, como consecuencia, hizo su ayuda de cámara.
Por
otra parte, las recetas a este respecto son variadísimas y cada quien defiende
con vehemencia aquellas que, por experiencia propia, considera altamente
efectivas; José N. Iturriaga ilustra el punto.
En Francia, el licor de ajenjo, con mejorana
y anís, es reputado afrodisiaco; Enrique IV bebía cognac antes "de cumplir
como debía con sus muchas favoritas". Madame Du Barry, "gran
demoledora de normas morales", ofrecía a sus amigos capón guisado, sopa de
tortuga, sopa de gambas, cangrejos de río, tortilla de jengibre y pasteles de
especias. Luis XIV bebía alcohol con azúcar "para inflamar su
pasión"; Rabelais hacía referencia a comestibles que "caldean la
sangre, templan los nervios, liberan los espíritus y agudizan los
sentidos". Madame Pompadour cautivaba con su sopa de apio y trufas (…)
Es importante precisar que en este
terreno también existe el don de la medida. Comenzamos citando a Álvaro
Cunqueiro y concluiremos también con sus recomendaciones para aquellos momentos
en lo que se necesita es lo contrario a lo que veníamos considerando, cuando resulta imperioso y urgente recurrir a
algo que permita “cortar el amor”.
Pero hay un momento en que nuestro
portugués tiene miedo de su capacidad sexual y entonces se tranquiliza con el
nenúfar blanco, cuyo rizoma cuece, o simplemente mastica. Es de antiguo
utilizar el rizoma como anti-afrodisíaco, para calmar la sobreexcitación
sexual. Por eso se le ha llamado al nenúfar el “destructor de placeres”, debido
a su poder de, como dicen los portugueses, “cortar el amor”.
Tal vez sea conveniente, también para
estas cuestiones, evocar la conocida advertencia: “el uso excesivo de este
producto puede ser nocivo para la salud”.
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