Para atletas
y jugadores de fútbol la posibilidad de lastimarse la rodilla es una pesadilla
recurrente. Saben de sobra que eso ha significado el fin prematuro de la
trayectoria exitosa de tantos deportistas; un lugar común señala que ese tipo
de accidentes se convierten en lesiones rebeldes y reactivas al tratamiento.
Por cierto que la descripción popular de alguna de ellas tiene más que ver con
lo que pudo sucederle a un vehículo que a una parte del cuerpo: “es que se le
derramó el líquido…”
En un
artículo titulado “La coronación de la rodilla”, Michel Tournier profundiza en
el tema.
Las
distintas disciplinas deportivas se van relevando temporada a temporada –desde
la Vuelta a Francia hasta los Juegos Olímpicos de invierno- para ofrecernos el
abanico de virtudes: la fuerza, la destreza y la resistencia de los cuerpos de
los atletas.
Si
buscamos el punto crucial de ese cuerpo, su base viviente y móvil, creo que
deberemos detenernos al nivel de la rodilla. La rodilla, biela simple y
compleja a la vez, dura y frágil, ofensiva y vulnerable, es la articulación
clave de donde parten el esfuerzo, el empuje, el impulso. Es origen de la
carrera y del salto, desde luego, pero también de otras disciplinas
aparentemente independientes de ella, como la halterofilia o el lanzamiento de
jabalina.
Señala
el mismo autor que una observación atenta de las rodillas puede proporcionar
datos relevantes acerca de su propietario.
Tiene su
cara anterior, la rótula, que nos informa muy discretamente sobre los
caracteres y virtudes de cada uno. Miremos a la gente sentada en el tren o en
el metro. La forma de sus rodillas –redondeada, angulosa o puntiaguda- dice más
sobre su carácter que la cara. Y es que una rodilla no sabe mentir.
No hay
que olvidar el reverso de la rodilla, su cara posterior, propiamente la corva,
la cavidad poplítea, esa garganta tierna, pálida y húmeda donde está inscrita
una H mayúscula.
Asimismo
-afirma Tournier- la forma de esta articulación no es particularmente bella por
lo que a lo largo de la historia ha representado un problema severo para los
artistas.
La
historia de la rodilla esculpida demuestra hasta qué punto los artistas siempre
obedecieron más a las lecciones tradicionales recibidas de sus maestros que a
la observación del natural. En los talleres de todos los tiempos, de todos los
países, los escultores se ejercitaban en esculpir un rostro, una mano, un pie,
según los principios de su escuela. Así hay una rodilla arcaica –egipcia,
caldea, asiria-. Su rótula es un saliente rectangular con los ángulos
redondeados, ligeramente estrangulada en su mitad por dos escotaduras
laterales. Esta especie de escudo no evoca en absoluto movimiento alguno. La
pierna está rígida y tiene una forma maciza. El muslo domina y aplasta la
rodilla. Estamos cerca de la arquitectura y sus columnas.
La
escultura griega –nacida en gimnasios y estadios- devolvió su ligereza y su
velocidad a la pierna del atleta. Pero por eso mismo chocó con el problema
clásico del cojín de carne que corona la rótula. Esa hinchazón redondeada
resulta muy poco agraciada sin duda –ninguna pierna femenina lo soportaría-,
pero significa la vida misma y da toda su fuerza a la pierna. El Hermes de
Praxíteles y el Doríforo de Plicleto –paradigmas de la estatuaria clásica-
pagan honradamente este precio a la verdad desnuda.
El arte
cristiano ignora ese realismo. Aquí la rodilla resplandece con todo su valor
simbólico. Ya en la tragedia significa sumisión, imploración, humillación.
Después entra en el ámbito de lo sagrado. Se cuenta que Fra Angélico siempre
pintaba de rodillas. La iconografía cristiana nos muestra a la Virgen sosteniendo
al Niño sobre sus rodillas. En las pietà,
estamos ante el mismo Hijo de Dios, pero acaban de desclavarlo de la cruz. Las
rodillas cristianas, siempre están flexionadas. Es lo que se llama genuflexión.
El
acto de ponerse de rodillas que adquiere un significado muy especial en el
ámbito religioso, está muy mal visto fuera de él al identificarse como una
actitud de derrota o servilismo: “se puso de rodillas ante…” Pedir algo de
rodillas –además de lo que implica en tanto sobajarse frente al otro- según
Sofocleto, citado por Coco Manto, tiene poco futuro: “Los que piden de rodillas
pueden esperar sentados”.
Es en
el mundo de la moda femenina que la rodilla se convierte en el ecuador ya que –como
afirma Michel Tournier- “para los costureros, la cuestión crucial que se
plantea cada año cabe en este dilema: ¿hay que vestir a las mujeres por encima
o por debajo de la rodilla?”
Finalmente
recordemos que cuando en un pasado no tan remoto las mujeres empezaron a
mostrar los tobillos hubo quienes vieron en ello el inicio de la decadencia
moral. Ni se diga cuando años más tarde comenzaron a exhibir las rodillas, lo
que muchos identificaron como el inicio del fin de la decencia.
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