jueves, 31 de octubre de 2019

Milton Friedman y las maneras de gastar el dinero


En años recientes se ha introducido en la educación básica contenidos que tienen que ver con una mayor atención a la generación y cuidado en la administración del dinero, como lo son emprendurismo, economía doméstica, fortalecimiento de la cultura del ahorro, defensa del consumidor, visión crítica de la sociedad consumista, introducción a las técnicas de la publicidad, etc.

En este entorno conviene evocar la figura de Milton Friedman (1912-2006), economista estadounidense, miembro destacado del monetarismo y de la Escuela de Chicago, a quien se le otorgó el Premio Nobel de Economía en 1976. Las opiniones sobre su obra estaban polarizadas: admirado por unos (por lo general de identificados como liberales), denostado por otros (particularmente quienes atribuyen una visión más social a las políticas económicas). 

Paul Krugman no integra ninguno de esos dos grupos reconociendo en Friedman “un gran economista y un gran hombre”, al tiempo que lo critica: “una y otra vez pedía soluciones de mercado a problemas -educación, atención sanitaria, tráfico de drogas ilegales- que en opinión de casi todos los demás exigían una intervención estatal extensa.”

Poco ayudó que el gobierno dictatorial de Augusto Pinochet, entre tantos otros, lo tomara como fundamento de sus políticas económicas neoliberales que -cuando menos en Latinoamérica y tal como sostiene Krugman- tuvieron resultados negativos, muy alejados de lo que la teoría prometía.

Por el contrario, la percepción de la mayoría de los latinoamericanos es que las políticas neoliberales han sido un fracaso: el prometido despegue del crecimiento económico nunca llegó, mientras que la desigualdad de la renta ha empeorado. No quiero culpar de todo lo que ha salido mal en Latinoamérica a la Escuela de Chicago, ni idealizar lo sucedido antes, pero hay un asombroso contraste entre la percepción que Friedman defendía y los resultados reales de las economías que se pasaron de las políticas intervencionistas de las primeras décadas de posguerra a la liberalización.

Apartándonos de esa polémica, resulta interesante tener en cuenta que Milton Friedman –citado por Luis Melnik- propone una ley

(…) que sostiene que sólo hay cuatro maneras de gastar el dinero:
1. Gastar dinero propio en beneficio propio: La dueña de casa haciendo las compras. Se preocupa tanto de la calidad como del precio.
2. Gastar dinero propio en beneficio de otros: Hacer un regalo. Normalmente es mayor la preocupación por el precio que por la calidad. 
3. Gastar dinero de otros en beneficio propio: Gastos de representación. La preocupación es mayor por la calidad que por el precio.
4. Gastar dinero de otros en beneficio de otros: Los gastos del Gobierno. Es frecuente que no haya demasiada preocupación ni por el precio ni por la calidad.      

Detengámonos brevemente en las dos últimas. 

En relación a la 4, parece que no resta más que otorgar toda la razón a Friedman, porque aun cuando se habla mucho de mejoras en la administración pública, de cuidado de la gestión, de creación de contralorías, etc., el mal uso de los recursos públicos resulta evidente.

La cuestión más polémica reside en el punto 3. Las noticias son recurrentes en tanto a gobernantes que “se enriquecieron en forma inexplicable”, “dispusieron de recursos de origen ilegítimo”, “usaron en su beneficio dineros públicos”, “favorecieron en forma ilegal a su entorno familiar y social”, etc., etc. Ante ello no queda claro si Friedman lo tuvo presente a la hora de enunciar su ley porque los excesos en “gastos de representación” a los que él alude están ampliamente rebasados por la realidad. 

Finalmente, no está de más señalar que junto con los temas mencionados al inicio de estas líneas, habrá que reforzar en la educación los que tienen que ver con ética, educación ciudadana, formación moral, integridad personal, servicio público, etc.

Aunque, claro está, no es solo cosa de las escuelas.

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