lunes, 20 de enero de 2020

Teatro vs cine


Hace ya mucho tiempo había quienes reconocían que no les gustaba el cine, que preferían ir al teatro; era cuestión de fidelidad porque asistir “al cinematógrafo o al biógrafo para ver una cinta” significaría una traición de grandes dimensiones.

Sin llegar a esos extremos Wislawa Szymborska propone una comparación entre ambos, en la que favorece claramente al teatro. Los paralelismos comienzan con la duración de los diálogos.

Valoro en gran medida todo eso que el teatro puede ofrecernos y el cine, no. Solo en el teatro es posible un diálogo largo, demasiado largo incluso, y que siga reinando un respetuoso silencio en la sala. El cine, por lo general, no maneja bien los diálogos largos, debe fragmentarlos en tomas cortas. Y es algo completamente diferente.

Claro que no podía faltar el tema de la cercanía del público con los actores y lo que tiene de arte efímero la actuación en cada función.

Solo en el teatro puede sentirse el latido de los actores, porque son personas vivas. Jamás actuarán hoy como lo hicieron ayer, como tampoco la actuación de mañana será igual que la de hoy. La película conservada en celuloide solo es una versión de las muchas posibles, puede que la mejor, puede que no, pero eso jamás podremos saberlo.

Asimismo para Szymborska únicamente en el teatro es posible que tenga lugar lo que llama milagros; lo ejemplifica con uno de los tantos que le tocó presenciar.

(…) solo en el teatro sucede a veces algo, que a falta de una definición más certera, podemos catalogar de milagro. Recuerdo Pastoral de Schiller, representada al poco de terminar la guerra. En cierto momento, en uno de los lados del escenario apareció un pastorcillo y comenzó a tocar su violín. No hizo nada más, ninguna mueca, ningún gesto. Estaba allí de pie y tocaba con la cabeza levemente inclinada. Y, sin embargo, pese a que en mitad del escenario tenía lugar un dinámico y colorido espectáculo, la sala entera no podía dejar de mirarlo solo a él. Después, al leer el programa, me enteré de que se trataba de un actor, por entonces, desconocido para mí: Tadeusz Lomnicki.

Aun cuando sería posible añadir otras muchas diferencias entre ambos espectáculos (como la de que para asistir al teatro la gente se vestía o el uso del tradicional programa de mano), con lo ya señalado es suficiente para iniciar el debate entre aficionados a ambos géneros.

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