jueves, 20 de agosto de 2020

Tengo una vaca lechera


¡De lo que uno se entera leyendo a José Luis Melero! La antigua canción permanece fresca en mi memoria, pero no tenía la menor idea sobre el autor de aquella tonada.

El día del Pilar de 2004 moría en Madrid Jacobo Morcillo, el autor de la letra de Mi vaca lechera (el más famoso foxtrot de la música española), de María Dolores, que llegó a cantar Joan Báez, de otro gran número de canciones y de cientos de anuncios publicitarios (escribió las letras de muchos anuncios de La Casera, Duralex, Fagor, Flan Royal o Kelvinator, y entre ellas la del famosísimo “Hoy me siento Flex”).

Son muchos los aspectos de su vida, según la crónica de Melero, que llaman la atención.

Trabajó con Augusto Algueró y fue el primer representante que tuvo Julio Iglesias. Y todo ello sin dejar de ser nunca comisario de policía. Lo fue hasta su jubilación, época en la que estaba investigando y persiguiendo la piratería musical. (…) En la Guerra Civil, su padre prefirió quitarse la vida antes de ser apresado por los republicanos. Eso radicalizó a Jacobo y lo convirtió en un activo miembro de la quinta columna.

Allí inicia su trayectoria como espía para luego integrarse a las filas de quienes lucharon contra el comunismo.

Tanto, que tomó la decisión de infiltrarse en las milicias de Buenaventura Durruti. Allí llegó a ganarse la confianza del líder anarquista y, según nos contó Juan A. Ríos Carratalá, es muy probable que le hiciera de negro en más de una ocasión y que escribiera “uno de sus últimos mensajes a las masas revolucionarias”. Continuó Morcillo haciendo de espía contrarrevolucionario tras la muerte del leonés, pero fue descubierto y encarcelado en Alcalá de Henares. Salió milagrosamente vivo de la cárcel y después de la guerra siguió las consignas de Serrano Súñer y decidió irse a Rusia a luchar contra el comunismo. Al fin y al cabo, para alguien que había sido capaz de infiltrarse en el mundo libertario más aguerrido, la opción de irse voluntario a la División Azul le debió de parecer cosa de niños. A su regreso, después de tantos años de servicios a la causa, fue premiado con una plaza de policía en Madrid.

La inspiración para componer tan conocida melodía -afirma José Luis Melero- fue poco sofisticada.

En 1946, aquel hombre tan temerario vio una vaca a través de la ventanilla del tren en que viajaba a Galicia. Sacó su libreta y escribió: “Tengo una vaca lechera, / no es una vaca cualquiera, / me da leche merengada. / Ay, qué vaca tan salada, / tolón, tolón; tolón, tolón”.

Concluye Melero: “De escribir los discursos a Durruti, a escribir Mi vaca lechera. Y es que los caminos del Señor son inescrutables.”

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