viernes, 20 de mayo de 2022

Casa de remate

 

Para quienes se dedican a actividades de compra-venta, las casas de remate pueden ser inicio de un buen negocio. A los demás nos generan sentimientos que van de la nostalgia a la tristeza, de la ausencia a la memoria, lo que suele derivar en diversas consideraciones existenciales al paso.

Enrique González Tuñón (escritor argentino, 1901-1943) describe uno de estos espacios caracterizados por tanta quietud desolada.

(…) Seguí caminando y me detuve ante una almoneda. Dentro se veía un penoso mundo familiar dormido. Reconocí los objetos en la penumbra. Una leve llovizna de polvo caía sobre ellos. Quedéme allí, frente a la vidriera, contemplando cómo caía el fino polvo del tiempo sobre tanta quietud desolada.

Es así como González Tuñón percibe una evidente ausencia de recato. “¡Cómo muestran impúdicamente la intimidad de los lechos largamente usados ya por el nacimiento y la muerte!”. Y a continuación enuncia algunos de los objetos en oferta.

Las grandes arañas de vidrio de colores que un día colgaron del techo sobre la mesa familiar inexistente hoy o llena de sitios vacíos.

Los cortinados antiguos de las grandes casas convertidos hoy en instituciones del Estado. Esos cortinados por cuyas aberturas algún ser triste, enfermo, habrá esperado la raya del alba, como Proust, en busca del tiempo perdido…

La mascarilla de Beethoven y el busto de Verlaine son infaltables. (Las sociedades de músicos y escritores deberían intervenir para rescatar a Beethoven y a Voltaire de la compañía de tanto objeto inverosímil y sospechoso, de tanta prenda doméstica…)

Hablo de las almonedas, de las casas de remate.

De los pianos que no se venderán nunca.

De las cajitas de música llenas de polvo.

De los espejos que reflejan el pasado.

Del reloj de pared con una araña en la esfera tejiendo la mortaja del tiempo.

Del álbum familiar, con tapas de cuero de Rusia y bordes de oro.

De los juegos de sala dorados. De las mesitas y las consolas.

Del violín empolvado.

Concluye Enrique González Tuñón: “Sin polvo no hay prestigio. La Muerte tampoco lo tendría, sin polvo.”

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