miércoles, 14 de septiembre de 2022

Contar sueños

 

Cosa difícil esta de andar contando sueños. Lo más que se logra es una pálida aproximación a la función privada de imágenes, sonidos, aromas, texturas, sabores, de la que fuimos espectadores, al tiempo que -cuando menos parcialmente- directores y guionistas.

Los analistas de sueños -sean honorarios o profesionales- abordan la compleja tarea de interpretación a partir de pedazos y retazos que les llegan. Cabe preguntar: ¿lo que recordamos es lo que soñamos?, ¿qué tanto el proceso de edición llega a desvirtuar la versión original?, ¿las palabras no se quedan cortas cuando de describir sueños se trata?

En alguna ocasión nos referiremos con mayor detenimiento a la cuestión.

Por ahora nos quedaremos en la sugerencia formulada por una antigua tradición popular, que evoca Walter Benjamin, en cuanto a que no se deben contar sueños por la mañana en ayunas dado que “en ese estado quien se ha despertado sigue todavía en el círculo mágico del sueño”. Y entonces sucede que

En esta situación el relato de sueños es infausto, pues la persona, aún a medias confabulada con el mundo onírico, lo traiciona en sus palabras y no puede por menos de esperar la venganza de este. En términos más modernos: se traiciona a sí mismo

Según Benjamin en esa condición se “ha dejado atrás la protección de la ingenuidad onírica” por lo que el sujeto “queda desamparado al rozar, sin superioridad, sus visiones oníricas”.

Para más o menos poder contar un sueño será necesario que la persona cruce a la otra orilla. “Pues solamente desde la otra orilla, desde el pleno día, puede abordarse el sueño desde el superior recuerdo.” Y este cruce “solo es alcanzable en una purificación análoga a las abluciones pero totalmente distinta de estas” ya que “pasa por el estómago”.

En caso de no haber hecho el cruce “quien está en ayunas -concluye Walter Benjamin- habla de los sueños como si hablara en sueños”.

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