jueves, 21 de diciembre de 2023

Alternativas ante la dificultad de crear

 

Entre las dificultades del proceso de creación destaca la imposibilidad de llevarlo a cabo. De ello da idea Simon Leys.

Hay un pasaje en la correspondencia de Jules Renard que debería interesar a cualquier escritor, pues en él se describe con agudeza la angustia permanente e inagotable de la creatividad:

Pese a lo muy acostumbrado que debería estar a ello, cada vez que se me pide algo, lo que sea, me siento tan atribulado como si estuviera escribiendo mi primera línea. Esto está relacionado con el hecho de que no progreso, de que escribo cuando me viene, y siempre tengo miedo a que no venga.

Me permito proponer las últimas palabras de Renard a las expresiones que merecen ser de colección: “(…) escribo cuando me viene, y siempre tengo miedo a que no venga”.

Según Simon Leys cuando ello acontece, se presentan como alternativas la traducción y la adaptación

Cuando esta angustia se confirma y se congela en un bloque, el trabajo de traducción, que es una especie de pseudocreación, puede convertirse en refugio de un escritor. La historia de la literatura ofrece numerosos ejemplos, desde Baudelaire a Valery Larbaud; no sólo la traducción, sino varias actividades alternativas más pueden cumplir el mismo papel: adaptaciones teatrales, por ejemplo, como cuando Camus adaptó a Faulkner.

Esta posibilidad no se limita exclusivamente a la escritura sino que con variantes, como sostiene Leys, también se presenta en otros espacios artísticos.

Hay equivalentes en las otras artes. Shostakóvich habla en sus memorias de ese terror punzante a la esterilidad, y da varias recetas para impedir que se agote la inspiración; destaca, por ejemplo, la utilidad del trabajo de transcripción orquestal: el objetivo es preservar a toda costa una forma de actividad artística, una imitación de la actividad creadora, con el fin de “estimular la producción” o de cruzar el desierto en busca de una nueva fuente.

Vacío, “cruzar el desierto”, esterilidad, temor a la página en blanco, ausencia de inspiración…, son realidades con las que inevitablemente conviven los artistas.

Pero regresemos, siempre de acuerdo con Simon Leys, a la relevancia que adquiere en esos momentos el trabajo de traducción.

Como sustituto temporal o permanente de la creación, la traducción está estrechamente vinculada a ella, y es sin embargo de una naturaleza diferente, pues ofrece una inspiración artificial. En lugar de “yo escribo cuando me viene, y siempre tengo miedo a que no venga”, lo que tenemos aquí es la certeza reconfortante del “¡Ha llegado, aquí está!”. Uno puede sentarse a su mesa cada mañana a la misma hora, seguro de que va a crear algo. Por supuesto, la calidad y la cantidad de la producción diaria puede variar, pero en cambio la pesadilla de la página en blanco queda definitivamente exorcizada.

Claro que existen diferencias no menores entre crear y traducir; Leys se refiere a ellas.

Es también esta misma garantía tranquilizadora la que sitúa fundamentalmente la traducción en el dominio del artesano más que en el del artista. Por difícil que pueda ser a veces la traducción, está en el fondo, a diferencia de la creación, libre de riesgos.

Pero el acto creador no siempre (¿casi nunca?) es tan original y en ello se detiene Fernando Lázaro Carreter: “Por ‘nuevo’ no se entiende, en el oficio de escribir, la creación ex nihilo: entre los tratadistas, corre como doctrina común que lo nuevo es sólo lo viejo reelaborado, traído a combinaciones, circunstancias y fines que sí son nuevos.”

En fin, que la cuestión da para mucho más.

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