Referirse sin más a formas de ser seguramente deja
mucho que desear en cuanto a precisión conceptual, pero manifiesta con claridad
a lo que aludimos.
El asunto da para mucho: ¿cómo se constituye la forma
de ser?, ¿qué tanto es lo que trae consigo la persona y cuánto lo que determina
su entorno?, ¿hay solo una forma de ser o son varias las que pueden
caracterizar a una misma persona a lo largo de su vida?...
Las preguntas abundan, las respuestas contundentes
escasean.
Muchas son las clasificaciones propuestas que intentan
dar cuenta de este amplio espectro; algunas simples, otras complejas. Ahora
solamente me referiré a dos formas de ser que de alguna manera resultan
antagónicas.
Con su maestría habitual Julio Ramón Ribeyro da cuenta
de aquellas
(…) personas para las cuales ser simpáticas constituye
su única profesión. Viven de su simpatía como otras viven de su ciencia
medicinal, de su habilidad para el comercio o de su pericia en tocar la flauta.
Por su parte Marta D. Riezu alude a un individuo que
viene en otra presentación.
Hay un tipo de persona terca, libre y con empuje
para apartarse del discurso ortodoxo de su gremio. Ni siquiera se da cuenta, no
funciona a la contra, solo hace lo que le da gana y cree en ello ciegamente.
Alguien con esa mirada es casi invencible.
Sin duda existen formas de ser con las que nos sentimos más afines, mientras que otras nos provocan cierto rechazo.
Tal vez -podrían decir algunos
especialistas- son maneras de proyectarnos.
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