En
algún momento de su vida Giovanni Papini hubiera querido ser escéptico, pero
guiándonos por su testimonio queda claro que no lo logró. La persistencia de la
duda y el derecho a la incertidumbre le impidieron llegar a ese resguardo.
¿Escéptico
yo? No, desgraciadamente. Ni siquiera soy un escéptico. El escéptico es un
hombre afortunado: posee una fe, la fe en la imposibilidad de la certeza.
Puede
vivir tranquilo, y, si se le antoja, dogmático. Pero yo no. Yo ni siquiera creo
en la vanidad de cualquier búsqueda, y ni siquiera estoy seguro de la
inexistencia de la certeza. Entre las cosas posibles también está ésta: que la
verdad se encuentre y que alguien la posea.
Porque
finalmente se pregunta: “¿Qué quiere decir que yo no la haya encontrado y que
yo no la posea?”
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