martes, 15 de julio de 2025

Vidrieras nada inocentes


Hay personas que, a través de sus acciones, escritos, canciones, pinturas…, se nos han vuelto entrañables. En algunos casos como resultado de un descubrimiento personal debido a circunstancias casuales; en otros han alcanzado mayor difusión, constituyendo una especie de marca generacional.

Es el caso de la argentina María Elena Walsh. Compositora e intérprete de inolvidables melodías para niños (y no sólo para ellos) como “Manuelita la tortuga”. También autora de libros así como artículos publicados en periódicos y revistas.

En este momento nos referimos a uno de estos artículos titulado “¿Corrupción de menores?” publicado en Clarín (Buenos Aires) el 5 de abril de 1979. Aun cuando es innegable que en los años transcurridos desde su publicación hasta hoy se han dado cambios significativos, el texto no deja de tener vigencia.

Las jugueterías, en vidrieras separadas, ofrecen distintos juguetes para niñas y para varones. En Estados Unidos, no hace muchos años los lugares públicos estaban igualmente divididos “para gente de color” y “para blancos”. ¡Dividir para reinar!

A las nenas sólo se les ofrece -o se les impone- juguetería doméstica: ajuares, lavarropas, cocinas, aspiradoras, accesorios de belleza o peluquería. (…)

Los juguetes para varones sortean la monotonía y ofrecen toda la gama de posibilidades humanas y extraterrestres: granjas, tren eléctrico, robots, microscopio, telescopio, equipos de química y electrónica, autos, juegos de ingenio y todo lo que, en fin, estimula las facultades mentales.

¿A la nena no le gustan los animales de granja ni los trenes? ¿No sueña con manejar un coche? ¿No siente curiosidad por el microcosmos o el espacio? ¡Cómo la va a sentir si es cosa de la otra vidriera, la de Gran Jefe Toro Sentado Blanco!

Defensora de los derechos de las mujeres, María Elena Walsh veía -como se ha señalado- un estrecho vínculo entre el entretenimiento y el entrenamiento. “¿Es que el ejercicio de la razón y la imaginación pueden llevarla a la larga a desistir de ser una criatura dependiente y limitada, mano de obra gratuita y personaje ornamental? La respuesta es sumamente indiscreta.”

Aun así, confiaba en que niñas y mujeres contaban con una enorme fuerza de resistencia ante la presión social. “Por suerte, esta criatura vestida de rosa (…) es fuerte y rebelde, dotada de una capacidad de supervivencia extraordinaria. La nena, en muchos casos, renegará de la manipulación (…)”

Detrás de este aparente orden natural ve la acción nada inocente de quienes identifica como “aprendices de jíbaros”.

Toda criatura humana debe aprender a bastarse y cooperar en el trabajo hogareño y a cuidar, si quiere, su apariencia. Lo grave consiste en convencer a la criatura femenina de que el mundo termina allí. (…)

A la nena no se le permite formar su personalidad libremente: se la dan toda hecha, y aprendices de jíbaros le reducen el cerebro para luego convencerla de que nació reducida. La instigan a practicar un desenfrenado culto a las apariencias y a desdeñar su propia y diversa riqueza humana. La recortan y pegan par luego culparla porque es una figurita. La educan, en fin, para pequeña cortesana de un mundo en liquidación.

Y este artículo capicúa concluye con la pregunta formulada en el título: “¿No es eso corrupción de menores?”

Gracias, María Elena. Gracias, siempre.

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