Collage: Margarita Nava |
Así fue como, durante 1965, noche tras noche la novela tejió sus vidas en la caótica tapicería del México de mediados del siglo XIX y consiguió justo lo opuesto de lo que se proponía. "Los mexicanos nos identificamos con figuras trágicas enamoradas. Recuerdo que después algunas personas me decían que conforme los personajes de Maximiliano Y Carlota crecían, Juárez se achicaba", dice Zerón Medina. "Terminaron viéndose como víctimas, traicionados, con cierta ambición pero no mucha. Empezaron a verse como personas. La gente simpatizó con ellos." Juárez se convirtió en un personaje frío e impersonal, el villano del cuento, en contraste con la calidez que la telenovela virtió sobre el infortunado emperador y su esposa.
Sam Quinones
(tomado de "Cotidianerías. apuntes desde una pedagogía del relato",
compilación de G. Mendive. México 2002)
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