lunes, 7 de noviembre de 2011

El encarguito de El Gaucho

Sea por exceso de actividades, eventos imprevistos, necesidad de viajar y tantos otros etcéteras,  en muchos momentos no se puede hacer frente a todas las responsabilidades y obligaciones por lo que es necesario respaldarse en familiares, amigos o vecinos. Aún cuando en nuestro tiempo domina la prédica que afianza al individualismo, no faltan manos solidarias con las que es posible contar.

Es así que los encargos revisten diversas presentaciones: hay quien pide que cuiden su mascota o que rieguen las plantas durante su ausencia o que le hagan el favor de pagar la cuenta de teléfono. Cuando no hay alternativa, llega a ser necesario dejar a los hijos al cuidado momentáneo de personas de mucha confianza.

Ahora bien, en este tema de los encargos llama mi atención lo que narra Oscar Orcajo en su libro “Los revolucionarios van al paraíso”.

El hecho tiene lugar en una época en que los afanes revolucionarios contaban con elevados niveles de convocatoria. Luego se instauró la dictadura: la militancia política fue perseguida con asesinatos, tortura, cárcel. En ese doloroso entorno hubo quienes optaron por emigrar.

Años después, al momento del retorno a la vida democrática, muchos renunciaron al exilio y regresaron orientados por su compromiso de construir una sociedad más justa. Sin embargo, este proceso distó mucho de ser sencillo: el país evocado fronteras afuera, no coincidía con el real; las condiciones económicas y laborales por lo general eran más favorables en el exterior; el cambio de condiciones en el contexto nacional e internacional condujo, en muchos casos, a un revisionismo caracterizado por acaloradas polémicas y la dispersión tanto en objetivos como en estrategias a seguir.

En fin, las cosas no resultaron fáciles y hubo quienes, después de intentar readaptarse al paisito, terminaron por emprender nuevamente el camino del exilio. Cuenta Orcajo que

El Gaucho había vuelto a su pueblo natal directo de Europa. Luego de arduas gestiones consiguió un préstamo. Con mucho esfuerzo y sacrificio lideró un grupo de gente que abrió una fuente de trabajo en un lugar donde es utópico hasta tener utopías. Pero el hombre había dejado familia del otro lado del océano y estaba preocupado. Cada tanto bajaba a Montevideo, para hacer algún trámite y tomarse algún respiro... o grapita, con los amigos. La última vez entró serio y me dijo:

—Mire compadre, me vuelvo a Europa... por el gurí sabe. Entonces voy a tener que dejar la revolución...ustedes hagan lo que puedan.

 Pareciera entonces que en esto de dejar encargues todo es cuestión de empezar; la cosa puede ir del pago de las cuentas, al cuidado de las plantas, las mascotas, los niños…. a hacer la revolución.

Me gustaría poder formularle a El Gaucho unas cuantas preguntas. ¿Aquello que dejó encargado sigue siendo prioridad en su vida o quedó simplemente como un anhelo de  juventud?; ¿al cabo de los años considera que sus compañeros estuvieron a la altura de la trascendencia de lo solicitado?; ¿en ese “hagan lo que puedan” estaba implícito el reconocimiento de que con su regreso a Europa la revolución perdía a uno de sus más lúcidos constructores?, ¿o daba cuenta de cierta subestimación respecto a los compañeros destinatarios del encargo?, ¿o con ello expresaba el reconocimiento de lo ambicioso y desmedido del pedido?

Por otra parte, con el paso de los años aquel gurí ya debe ser joven o adulto, ¿ello le habrá permitido a El Gaucho regresar al paisito para hacerse cargo personalmente de la tarea revolucionaria? Tal vez con la llegada de la izquierda al poder, El Gaucho o algunos de sus compañeros ocupen hoy altos puestos de gobierno, ¿ello forma parte de aquella tarea pendiente?

Por último, aquel gurí por el cual El Gaucho abandonó –cuando menos momentáneamente- la tarea revolucionaria, ¿andará hoy por el mismo trillo en que anduvo su padre o se mantendrá al margen de la vida política mientras se desempeña como agente en alguna agencia calificadora de riesgos de fondos de inversión?

Pero como no sólo de preguntas vive el hombre, ya sabes Gaucho, cuando tengas algún encarguito, aquí estamos para lo que se ofrezca.

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