martes, 3 de abril de 2012

Anti-efeméride para un 8 de marzo

Aconteció en el interior profundo del estado de Chiapas, parajes en que a veces la sierra encierra.
La mecha quedó encendida desde algunos días antes en que a la hora de la caída de la tarde y compartiendo unas cervezas luego de un ríspido partido de basket,  sostuvo una dura discusión con uno de sus amigos. Éste lo ridiculizó ante los demás al decirle que “no se hiciera tan hombre cuando era sabido que su vieja andaba con otros”. Sin demasiada convicción replicó que eso no era cierto y, en un desafío que a la postre sería fatal, añadió que si había pruebas de ello se dieran a conocer.
Hay veces que se cumple aquello de pueblo chico infierno grande, como ese día en que sus amigos lo vinieron a buscar al mercado para que fuera urgente a su casa. Cuando llegó encontró a su esposa, con quien tenía tres hijos, entregada en alma y cuerpo a un amor clandestino. Es posible que en su fuero íntimo tuviera sospechas al respecto, pero esta vez la constatación directa y con testigos le impidió seguir tolerando aquella situación.
Controló su furia ante el tercero en discordia a quien dirigió una serie interminable de insultos y maldiciones que concluyeron con el anuncio de reparación: deseo que en la misma manera en que hoy me lastimas, seas herido en muchas ocasiones hasta que aprendas lo que se siente. Luego, de acuerdo a usos y costumbres, condujo a la que hasta ese momento había sido su mujer a casa de sus padres en donde dijo la tan temida forma: “por no cumplir con lo acordado a la hora del matrimonio, la devuelvo a la casa de donde nunca debí haberla tomado”.
El padre negó contundentemente que su hija pudiera tener tal comportamiento al tiempo que se dirigió al comisariato para presentar denuncia contra el mal yerno por andar levantando falsos quien contestó llevando los testigos del hecho.
La autoridad procedió según tradición y ella quedaría detenida durante dos días por deslealtad a su varón. Adolorido de vergüenza, el padre recurrió a familiares y compadres con objeto de juntar el dinero necesario que le permitiera pagar la multa que podría liberar a su hija. A todo esto la madre no se aguantó diciendo a su hija que hubiera preferido verla muerta antes que en esa situación que denigraba el honor de la familia. Que nunca pensó que fuera capaz de ello. Que era la vergüenza de la familia. Que no alcanzarían las aguas del río que pasa por la comunidad para lavar el honor mancillado. Que...
Cuando el padre regresó con el dinero de la fianza, abrieron la puerta de la improvisada celda y vieron con horror que la acusada se había ahorcado con la faja de su vestido tradicional.
Días después su marido explicaba por qué había regresado a su mujer a la casa de sus padres. “Es como cuando tienes una camisa que te gusta mucho, que le tienes mucho cariño. Se te descose en un costado, la coses y continúas usándola. Se te descose en otro lado, la vuelves a coser y vuelves a usarla. Después llega alguien te la destruye, la hace jirones y ya no puedes volver a usarla, no hay arreglo posible...”

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