martes, 29 de mayo de 2012

Isabelino, un grande


Hay pueblos que fortalecen la identidad por sus hazañas bélicas del pasado, o sus aportes científicos, o sus contribuciones en algún campo del arte, o sus restos arqueológicos, o sus joyas arquitectónicas, etc. Sin negar lo que puede haber en esos rubros, en el caso de Uruguay ocupan un lugar muy importante los éxitos futbolísticas y en particular el desempeño de ciertos jugadores. Es el caso de Isabelino Gradín quien destacara tanto en futbol como en atletismo y de quien Rubén Olivera proporciona algunos datos.

Gradín, nacido en Montevideo el 8 de junio de 1894, se destacó desde niño por sus aptitudes naturales, pero el fútbol y el atletismo le dieron proyección a sus virtudes. En la añeja plaza de Deportes número 1 de la mano del profesor Primo Gianotti, encaminó sus portentosas velocidades, porque así era, según crónicas de la época, su notable cambio de ritmo que aumentaba a una intensidad poco común.
(…) fue Campeón Nacional y Sudamericano de los 200 y 400 metros llanos, además de contribuir en postas de la misma distancia. Batió varios cronos a nivel continental.

Su trayectoria deportiva fue extraordinaria y alcanzó triunfos que se convirtieron en verdaderas proezas. En uno de estos casos se presentó una peculiar situación que narra el mismo Rubén Olivera.

(…) fue Campeón de América en el primer torneo disputado en Buenos Aires en 1916.
Isabelino fue el goleador del equipo celeste y de allí emana la anécdota, compartida con (Juan) Delgado.
Ocurrió el 2 de julio y Uruguay enfrentó a Chile en el comienzo del certamen. Jugaron ante 10.000 personas en el estadio de madera de Gimnasia y Esgrima (…)
El referí fue el argentino Gondra, impecablemente vestido con saco y gorra. La victoria fue uruguaya con un score de 4 a 0, siendo los tantos convertidos por el Maestro Piendibene en dos oportunidades y otras tantas por Gradín. Hasta allí imperaba la lógica y nada anormal acontecía, pero hete aquí que un hecho llamaba poderosamente la atención, no solo de los chilenos, sino del resto de los equipos y los asistentes.
Uruguay era la única delegación que tenía negros y, para colmo, más de uno, lo que trajo a la luz el recelo de los trasandinos, apoyados por el resto, estampando una denuncia y reclamando los puntos perdidos en la cancha.
El motivo apuntado, tenía que ver con la inclusión de jugadores africanos en el cuadro celeste, obvia alusión a la presencia de Gradín y Delgado. Patética demostración de ignorancia.
Por supuesto que todo quedó circunscripto al papelón ya mencionado, ingresando en la historia como una muestra más de prejuicios, discriminación y ausencia de sentido común.

Entre las singularidades de la vida de Isabelino Gradín destaca que el reconocido poeta peruano Juan Parra del Riego le dedicara el célebre “Polirritmo”. Diego Lucero describe el hecho.

Juan Parra del Riego salió del barrio de Chorrillos de su Lima natal e hizo el peregrinaje de su lírica y desordenada bohemia en ambiente de poetas y pintores de Santiago de Chile y Buenos Aires. Recaló en Montevideo como náufrago, pobre de bienes y quebrado de salud; encontró aquí el afecto y el apoyo que buscaba y se sintió tan placenteramente y tan a gusto en “La Muy Fiel y Reconquistadora” que organizó su vida, mejoró su salud, se reconcilió con los cobradores y escribió cosas bellísimas y en una reunión de poetas, conoció a Blanca Luz y se casó con ella. Rimó muy bien la pareja en los primero tiempos. Después se fue deteriorando. Blanca Luz veleidosa, no daba la consonante. Y un domingo al mediodía, en la casita de la calle Palmar donde moraba la pareja, hubo riña violenta. La poetisa, pequeñita, era una leona a la hora de los celos. Y Juan Parra del Riego, el poeta, “salió a la calle desconcertado”, a vagabundear sin rumbo para matar las penas. Por eso dice el poeta en el “Polirritmo”: “Mi alma estaba oscura y torpe de un secreto sollozante”. Vagando y vagando advirtió que por la Bulevar Artigas venían muchos hombres a patacón por cuadra y doblaban por Rivera hacia el este. Vestían como todos los varones en aquel entonces. Traje, camisa, corbata, zapatos, algunos luciendo gorras y otros el clásico “rancho de paja” arriba de la cabeza. Le picó la curiosidad. ¿A dónde se dirige esa columna de hombres a pié? Entonces tomó la decisión de unirse a ellos sin saber que rumbo llevaban. Cuadras más adelante, siempre por la calle Rivera, llegaron a la altura de la actual calle Soca, torcieron a la derecha y a metros nomás, ingresaron a... ¡la cancha de Peñarol en la Estación Pocitos, que allí estaba!
Juan Parra del Riego nunca había visto un partido de fútbol. Es más, no sabía de que se trataba y no tenía la menor idea de lo que era ese juego. A los pocos minutos de comenzado el partido quedó embrujado con el espectáculo y prisionero de la magia de aquel moreno caudaloso que fue Isabelino Gradín. Su emoción, hecha toda belleza, la volcó en el “Polirritmo”.

De acuerdo con Rubén Olivera la actriz y declamadora Berta Singerman recitó en forma magistral el Polirritmo nada menos que en el Teatro Solís el 28 de julio de 1922 por supuesto que ante la presencia del destacado deportista.
Parra del Riego falleció en noviembre de 1925. La vida de Blanca Luz atravesó una serie de vicisitudes y tiempo después estuvo en pareja con el reconocido pintor mexicano David Alfaro Siqueiros. Muere en Chile muchos años después apoyando al pinochetismo; pero esta es otra historia de su larga y controversial historia. 

1 comentario:

Pancho Bustamante dijo...

Parra del Riego y Blanca Luz Brum se separaron por la muerte del poeta peruano. Tuvieron un hijo juntos que tenía pocos días de vida cuando murió su padre el 21 de noviembre de 1925.