lunes, 6 de agosto de 2012


Chavela Vargas

Chavela decía que no moriría sino que, en su calidad de chamana, se transformaría y ello  acontecería “un lunes, el día más aburrido”. Su predicción falló por poco: ayer domingo se fue Chavela.

Todas las personas somos diferentes, pero unas son más diferentes que otras. Con su presencia, su voz, su manera de estar siendo en las diversas etapas de la vida, marcó un estilo propio, irrepetible. Los años en que fue una artista marginal, no le restaron fuerza para expresar su arte. Posteriormente, y cuando Pedro Almodóvar la “descubrió”, los años de éxito no la enfermaron de importancia.

Fue parte de la vida bohemia y artística de México. Se reconocía en las composiciones de José Alfredo Jiménez y su amistad con Frida Kahlo y Diego Rivera no estuvo exenta de momentos surrealistas como el que acontecido en la Casa Azul de Coyoacán y que ella misma narra.

En cierta ocasión estábamos los tres en el jardín: Frida, Diego y yo. Allí, como saben, había muchos animales: monos, tortugas, perros, pájaros… En fin, una de las tortugas estaba herida porque un perro le había mordido en la cabeza. Así que Diego me aconsejó que me subiera encima de la tortuga para poderle sacar la cabeza y sanarla. (…)
Frida, mientras tanto, se había quitado el pie ortopédico y lo tenía a la altura de los ojos, y lo miraba, no sé por qué. Y, Diego, con los pinceles en la mano, se había quedado con la mirada perdida. En esto llegó un periodista y quiso pasar la puerta del jardín. Era un periodista muy importante de Suramérica.
-¡Oh, perdón…! Me equivoqué…
Aquel hombre estaba aterrorizado: vio un cuadro espantoso.
-Sí, sí. Pase, pase -le dije, subida en mi tortuga-. Si está buscando la casa de Frida Kahlo y Diego Rivera ésta es. (…)
El hombre se echó un tanto para atrás, como acobardado, aterrado ante aquellos locos y, a pasitos, susurraba:
-No… si yo ya me iba.
Así era. Muy extraño, pero muy divertido. (…) Vida surrealista, vida intensa, intensa en todos los aspectos.

Hace unos cuantos años, Víctor-M. Amela le hizo una entrevista para el periódico La Vanguardia y en un momento de la misma Chavela alude a su relación tormentosa con el alcohol. Lápiz en mano llegó a calcular la cantidad ingerida durante los 20 años en que vivió y bebió: le dio un total de 45.000 litros de tequila. “Tenía una perra, ‘Vicenta Vargas’, que cuando me veía borracha empujaba la botella con su patita por el suelo, ahogada de pena. Yo rompía a llorar. Esa perrita creía ser mi madre. Y quizá era su reencarnación…” Refiere como ello repercutía en su vida artística. “(…) era un desastre. Sentía una depresión constante. Eran raras las noches en que yo cantaba bien. En España, en un programa de televisión, ¡canté tres veces la misma canción!, perdida en una nube de alcohol.” Evoca una de las situaciones extremas que experimentó en aquellos tiempos. “Recuerdo también que fui a un velorio a las siete de la mañana. Nos dieron tequila… Por la tarde, en el cementerio, la hija de la muerta empieza: ‘¡Ay, adiós, madre mía!’ Y yo: ‘¡Que le vaya bien, doña Amandita!’. Y alguien dice: ‘Pero, ¿dónde está doña Amandita?’ ¡Nos habíamos dejado el muerto en casa! Estábamos bastante borrachos. Huí de allí (…)”
La propia intensidad de Chavela la llevó a ser radical en sus decisiones y es así que un día se dijo: “Este trago es el último”. Y lo fue: ya no volvió a probar el alcohol por lo que se autodefinía como “divorciada de la borrachera”. Este cambio tan drástico en su vida no hizo que dejara de concurrir a las cantinas (aunque solo tomara agua) cuando se trataba de celebrar algo, ni a evitar a sus amigos de la vida bohemia. Cuenta Joaquín Sabina que cuando lo veía bebiendo tequila le decía: “Joaquín, ese tequila tuyo es muy malo; el bueno de verdad ya nos lo bebimos José Alfredo Jiménez y yo”.

La fuerza expresiva de Chavela superaba todas las barreras y su mensaje llegaba porque llegaba; Almodóvar da cuenta de uno de estos casos.

Los años de apoteosis española hicieron posible que Chavela debutara en el Olympia de París, una gesta que solo había conseguido la gran Lola Beltrán antes que ella. En el patio de butacas tenía a mi lado a Jeanne Moreau, a veces le traducía alguna estrofa de la canción hasta que Moreau me murmuró “no hace falta, Pedro, la entiendo perfectamente” y no porque supiera español.

En tiempos recientes Chavela ya no cantaba sino que se transformó en decidora de canciones. Su voz imponente y la fuerza de su dicción siguieron siendo estremecedoras y la hermanaron, como señala Joaquín Sabina, con Roberto “el Polaco” Goyeneche extraordinario cantor de tangos que viviera un proceso similar al final de su vida. No sé si llegaron a conocerse pero una presentación de ambos hubiese sido como para alquilar balcones.

Para terminar estas líneas, regresemos a la entrevista de Víctor-M. Amela quien pregunta a Chavela si le teme a la muerte.

No. Yo le gusto a la vida y le gusto a la muerte. La muerte le pregunta a la vida: “¿Qué tienes tú con Chavela?” “Que esta vieja sabe vivir, me es leal, no me traiciona”, dice la vida. Y la muerte replica: “Pues yo he quedado con Chavela en que nos daremos la mano un día de estos y será precioso”. Lo será. Fíjese: nadie ha querido volver…

Chavela Vargas descansa en paz (aunque seguramente su forma de descansar será muy especial, tanto como lo fue su vida).


2 comentarios:

Pancho Bustamante dijo...

Amigazo: me llega al alma tu semblanza de Chavela, más que por ella, por tu manera tan personal de rescatarla. Hay entradas de tus Habladurías que son de alquilar balcones, como ese encuentro allá arriba (o abajo) entre Chavela y el Polaco "Garganta de arena". Te mando un abrazo, Pancho

Leti Mon dijo...

Hermosísimo! Abrazo y gracias.