Chavela Vargas
Chavela decía que no moriría sino que, en su calidad de
chamana, se transformaría y ello acontecería “un lunes, el día más aburrido”.
Su predicción falló por poco: ayer domingo se fue Chavela.
Todas las personas somos diferentes, pero unas son más
diferentes que otras. Con su presencia, su voz, su manera de estar siendo en
las diversas etapas de la vida, marcó un estilo propio, irrepetible. Los años
en que fue una artista marginal, no le restaron fuerza para expresar su arte.
Posteriormente, y cuando Pedro Almodóvar la “descubrió”, los años de éxito no
la enfermaron de importancia.
Fue parte de la vida bohemia y artística de México. Se reconocía
en las composiciones de José Alfredo Jiménez y su amistad con Frida Kahlo y
Diego Rivera no estuvo exenta de momentos surrealistas como el que acontecido
en la Casa Azul de Coyoacán y que ella misma narra.
En
cierta ocasión estábamos los tres en el jardín: Frida, Diego y yo. Allí, como
saben, había muchos animales: monos, tortugas, perros, pájaros… En fin, una de
las tortugas estaba herida porque un perro le había mordido en la cabeza. Así
que Diego me aconsejó que me subiera encima de la tortuga para poderle sacar la
cabeza y sanarla. (…)
Frida,
mientras tanto, se había quitado el pie ortopédico y lo tenía a la altura de
los ojos, y lo miraba, no sé por qué. Y, Diego, con los pinceles en la mano, se
había quedado con la mirada perdida. En esto llegó un periodista y quiso pasar
la puerta del jardín. Era un periodista muy importante de Suramérica.
-¡Oh,
perdón…! Me equivoqué…
Aquel
hombre estaba aterrorizado: vio un cuadro espantoso.
-Sí,
sí. Pase, pase -le dije, subida en mi tortuga-. Si está buscando la casa de
Frida Kahlo y Diego Rivera ésta es. (…)
El
hombre se echó un tanto para atrás, como acobardado, aterrado ante aquellos
locos y, a pasitos, susurraba:
-No…
si yo ya me iba.
Así
era. Muy extraño, pero muy divertido. (…) Vida surrealista, vida intensa, intensa
en todos los aspectos.
Hace unos cuantos años, Víctor-M. Amela le hizo una
entrevista para el periódico La
Vanguardia y en un momento de la misma Chavela alude a su relación
tormentosa con el alcohol. Lápiz en mano llegó a calcular la cantidad ingerida
durante los 20 años en que vivió y bebió: le dio un total de 45.000 litros de
tequila. “Tenía una perra, ‘Vicenta Vargas’, que cuando me veía borracha empujaba
la botella con su patita por el suelo, ahogada de pena. Yo rompía a llorar. Esa
perrita creía ser mi madre. Y quizá era su reencarnación…” Refiere como ello
repercutía en su vida artística. “(…) era un desastre. Sentía una depresión
constante. Eran raras las noches en que yo cantaba bien. En España, en un
programa de televisión, ¡canté tres veces la misma canción!, perdida en una
nube de alcohol.” Evoca una de las situaciones extremas que experimentó en
aquellos tiempos. “Recuerdo también que fui a un velorio a las siete de la
mañana. Nos dieron tequila… Por la tarde, en el cementerio, la hija de la muerta
empieza: ‘¡Ay, adiós, madre mía!’ Y yo: ‘¡Que le vaya bien, doña Amandita!’. Y
alguien dice: ‘Pero, ¿dónde está doña Amandita?’ ¡Nos habíamos dejado el muerto
en casa! Estábamos bastante borrachos. Huí de allí (…)”
La propia intensidad de Chavela la llevó a ser radical en
sus decisiones y es así que un día se dijo: “Este trago es el último”. Y lo fue:
ya no volvió a probar el alcohol por lo que se autodefinía como “divorciada de
la borrachera”. Este cambio tan drástico en su vida no hizo que dejara de
concurrir a las cantinas (aunque solo tomara agua) cuando se trataba de
celebrar algo, ni a evitar a sus amigos de la vida bohemia. Cuenta Joaquín
Sabina que cuando lo veía bebiendo tequila le decía: “Joaquín, ese tequila tuyo
es muy malo; el bueno de verdad ya nos lo bebimos José Alfredo Jiménez y yo”.
La fuerza expresiva de Chavela superaba todas las
barreras y su mensaje llegaba porque llegaba; Almodóvar da cuenta de uno de
estos casos.
Los años de apoteosis española
hicieron posible que Chavela debutara en el Olympia de París, una gesta que
solo había conseguido la gran Lola Beltrán antes que ella. En el patio de
butacas tenía a mi lado a Jeanne Moreau, a veces le traducía alguna estrofa de
la canción hasta que Moreau me murmuró “no hace falta, Pedro, la entiendo
perfectamente” y no porque supiera español.
En tiempos recientes Chavela ya no cantaba sino que se
transformó en decidora de canciones. Su
voz imponente y la fuerza de su dicción siguieron siendo estremecedoras y la
hermanaron, como señala Joaquín Sabina, con Roberto “el Polaco” Goyeneche
extraordinario cantor de tangos que viviera un proceso similar al final de su
vida. No sé si llegaron a conocerse pero una presentación de ambos hubiese sido
como para alquilar balcones.
Para terminar estas líneas, regresemos a la entrevista de
Víctor-M. Amela quien pregunta a Chavela si le teme a la muerte.
No.
Yo le gusto a la vida y le gusto a la muerte. La muerte le pregunta a la vida: “¿Qué
tienes tú con Chavela?” “Que esta vieja sabe vivir, me es leal, no me traiciona”,
dice la vida. Y la muerte replica: “Pues yo he quedado con Chavela en que nos
daremos la mano un día de estos y será precioso”. Lo será. Fíjese: nadie ha
querido volver…
Chavela Vargas descansa en paz (aunque seguramente su
forma de descansar será muy especial, tanto como lo fue su vida).
2 comentarios:
Amigazo: me llega al alma tu semblanza de Chavela, más que por ella, por tu manera tan personal de rescatarla. Hay entradas de tus Habladurías que son de alquilar balcones, como ese encuentro allá arriba (o abajo) entre Chavela y el Polaco "Garganta de arena". Te mando un abrazo, Pancho
Hermosísimo! Abrazo y gracias.
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