martes, 30 de octubre de 2012

Los grandes también cometen errores

El doctor Oliver Sacks es un eminente neurólogo inglés reconocido por haber realizado muy importantes contribuciones a esa rama del conocimiento. Parte de una visión integral de la persona y traspasa barreras conceptuales que en vez de ayudar obstaculizan el desarrollo del conocimiento. Al respecto señala: “Charcot y sus discípulos, entre los que figuran Freud y Babinski además de Tourette, fueron de los últimos en su profesión  que tuvieron una visión conjunta de cuerpo y alma, ‘ello’ y ‘yo’, neurología y psiquiatría. En el cambio de siglo se produjo una escisión entre una neurología sin alma y una psicología sin cuerpo.” A lo largo de su trayectoria, y a partir de esta definición, se propone integrar lo que no debe estar separado.


Fotograma de la película "Despertares"
Su trayectoria comenzó a ser conocida a mediados de la década de los sesentas del siglo pasado en ocasión de trabajar en un hospital de enfermos crónicos en la ciudad de Nueva York. El libro “Verdades y Mentiras. Hechos insólitos y extraordinarios” (México, Selecciones del Reader’s Digest, 1989) presenta un panorama de lo que allí acontecía.

"Estas salas", escribió posteriormente (el doctor Sacks), "estaban llenas de extrañas figuras congeladas, estatuas humanas petrificadas; un espectáculo... horrible."
Los pacientes eran víctimas de encefalitis letárgica o enfermedad del sueño, que apareció en Europa en 1915, y para 1918 ya se había extendido por todo el mundo; adoptaba tantas formas que los médicos estaban desconcertados. Algunos consideraban que coincidían docenas de enfermedades diferentes; otros simplemente la llamaban “una enfermedad oscura con síntomas cerebrales”.
Afectó a cinco millones de personas, pero no hubo dos casos iguales. Cerca de la tercera parte murió pronto; algunos entraron en un estado de coma del cual nunca salieron; otros pasaron tantos días y noches de insomnio que también perecieron. A los sobrevivientes se les alteró la personalidad. Según Sacks, los niños se volvían "impulsivos, provocadores, destructores, lascivos e impúdicos". Otras víctimas "eran tan insustanciales como fantasmas y tan pasivas como zombis".
La epidemia se desvaneció en 1927 tan súbita y misteriosamente como había aparecido. Más de 40 años después, en el hospital de Nueva York, Sacks encontró unos 80 sobrevivientes. Los efectos a largo plazo de la enfermedad del sueño, que había evolucionado en una forma de la enfermedad de Parkinson, convirtieron a muchos de los pacientes en "estatuas vivientes". (...)
Sacks se enteró de los exitosos experimentos que se habían hecho con el medicamento experimental L-dopa para combatir la enfermedad de Parkinson. ¿Podría utilizarse también para ayudar a estos pacientes? En marzo de 1969 Sacks comenzó a recetarlo a los enfermos.
El efecto fue sorprendente. Las estatuas vivientes volvieron a la vida. "Pacientes inmóviles y congelados, en algunos casos durante casi cinco décadas, de pronto pudieron volver a caminar y hablar, a sentir y pensar, con una libertad perfecta." Las salas otrora silenciosas comenzaron a llenarse de nuevo de actividad y excitación. Algunos pacientes describieron el limbo en que habían vivido. "Dejé de preocuparme", dijo uno. "Nada me impresionaba, ni siquiera la muerte de mis padres. Olvidé lo que era ser infeliz."
Aunque se dieron cuenta de que había pasado casi medio siglo desde que habían contraído la enfermedad, muchos pacientes se comportaban como si todavía estuvieran en los años veinte: un hombre que fue corredor de automóviles en su juventud dibujaba continuamente lo que en 1969 eran vehículos anticuados. Una mujer que enfermó en 1926 hablaba de esa época como si todavía viviera en ella
Si bien algunos pacientes mejoraron con la administración de L-dopa, otros sufrieron padecimientos casi intolerables. (…)
En la actualidad todos, excepto un puñado de las víctimas de esta extraña epidemia y su prolongada secuela, han muerto, pero enseñaron mucho acerca del funcionamiento del cerebro y del posible efecto de medicamentos como L-dopa.
Los pacientes de Oliver Sacks le pidieron que narrara su historia. Uno escribió a nombre de todos: "Soy una candela viva, me he consumido para que usted pueda aprender. Se verán cosas nuevas a la  luz de mi sufrimiento."


El cine no permaneció ajeno por lo que en 1990 se estrenó la película Despertares basada en los acontecimientos anteriormente mencionados.



Fotograma de la película "Despertares"
El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Barcelona, Anagrama, 2002) es uno de los libros de Sacks. Aun cuando dicho título puede que no constituya una invitación demasiado sugerente al lector, se trata de un trabajo ampliamente recomendable en el que por medio del análisis de casos clínicos (todos conmovedores), el autor se adentra en las complejidades del cerebro humano. En este libro es posible apreciar otra de las singularidades de Oliver Sacks, la de su honestidad científica. Por lo general, y tal como es sabido, los científicos hacen públicos sus aciertos y procuran callar o esconder sus errores. No es su caso. Aun cuando allí se alude al éxito obtenido en el tratamiento con el que dio seguimiento a diferentes pacientes, no evita reconocer los errores cometidos. Uno de ellos tuvo que ver con un paciente de nombre Jimmie; el relato es del propio Sacks.

(…) un paciente mío en el que se ejemplifican concretamente esos interrogantes, el encantador, inteligente y desmemoriado Jimmie G., que fue admitido en nuestra residencia de ancianos próxima a la ciudad de Nueva York a principios de 1975, con una críptica nota de traslado que decía: “Desvalido, demente, confuso y desorientado”.
Jimmie era un hombre de buen aspecto, con una mata de pelo canoso rizado, cuarenta y nueve años, de aspecto saludable, bien parecido. Era alegre, cordial, afable.
-¡Hola, doctor! -dijo-. ¡Estupenda mañana! ¿Puedo sentarme en esta silla?
Era una persona simpática, muy dispuesta a hablar y a contestar cualquier pregunta que le hiciesen. Me dijo su nombre, su fecha de nacimiento y el nombre del pueblecito de Connecticut donde había nacido. Lo describió con amoroso detalle, llegó incluso a dibujarme un plano. Habló de las casas donde había vivido su familia... aún recordaba sus números de teléfono. Habló de la escuela y de su época de escolar, de los amigos que había tenido y de su especial afición a las matemáticas y a la ciencia. Habló con entusiasmo de su época en la Marina, tenía diecisiete años, acababa de terminar el bachillerato, cuando lo reclutaron en 1943. Dado su talento para la ingeniería era un candidato “natural” para la radiofonía y la electrónica, y después de un curso intensivo en Texas pasó a ocupar el puesto de operador de radio suplente en un submarino. Recordaba los nombres de varios submarinos en los que había servido, sus misiones, dónde estaban estacionados, los nombres de sus camaradas de tripulación. Recordaba el código Morse y aún era capaz de manejarlo y de mecanografiar al tacto con fluidez.

En determinado momento de la entrevista, Sacks comienza a sospechar que algo extraño sucede al paciente en relación al manejo del tiempo.

Al recordar, al revivir, Jimmie se mostraba lleno de entusiasmo; no parecía hablar del pasado sino del presente, y a mí me sorprendió mucho el cambio de tiempo verbal en sus recuerdos cuando pasó de sus días escolares a su período en la Marina. Había estado utilizando el tiempo pasado, pero luego utilizaba el presente... y (a mí me parecía) no sólo el tiempo presente formal o ficticio del recuerdo, sino el tiempo presente real de la experiencia inmediata.
Se apoderó de mí una sospecha súbita, improbable.
-¿En qué año estamos, señor G.? -pregunté, ocultando mi perplejidad con una actitud despreocupada.
-En cuál vamos a estar, en el cuarenta y cinco. ¿Por qué me lo pregunta? -luego continuó-: Hemos ganado la guerra, Roosevelt ha muerto, Truman está al timón. Nos aguarda un gran futuro.
-Y usted, Jimmie ¿qué edad tiene?
Su actitud era extraña, insegura, vaciló un instante. Parecía estar haciendo cálculos.
-Bueno, creo que diecinueve, doctor. Los próximos que cumpla serán veinte.
 
Fotograma de la película "Despertares"

En este contexto es cuando se presenta el error -siempre siguiendo el relato del  propio Oliver Sacks- que aun mucho tiempo después seguirá recordando como una equivocación profesional no exenta de sentimientos de culpa.

Al mirar a aquel hombre de pelo canoso que tenía ante mí, tuve un impulso que nunca me he perdonado... era, o habría sido, el colmo de la crueldad si hubiese habido alguna posibilidad de que Jimmie recordase.
-Mire -dije, y empujé hacia él un espejo-. Mírese al espejo y dígame lo que ve. ¿Es ese que lo mira desde el espejo un muchacho de diecinueve años?
Palideció de pronto, se aferró a los lados de la silla.
-Dios Santo -cuchicheó-. Dios mío, ¿qué es lo que pasa? ¿Qué me ha sucedido? ¿Será una pesadilla? ¿Estoy loco? ¿Es una broma?
Parecía frenético, aterrado.

Al tomar conciencia del malestar ocasionado a Jimmie, el doctor Sacks optó por una salida que aminorara el daño.

-No se preocupe, Jimmie -dije tranquilizándolo-. Es sólo un error. No hay por qué preocuparse. ¡Venga!
Lo llevé junto a la ventana.
-Verdad que es un maravilloso día de primavera -le dije-. ¿Ve aquellos chicos que hay allí jugando al béisbol?
Recuperó el color y empezó a sonreír y yo me escabullí llevándome aquel espejo odioso.

¿Por qué el doctor Sacks decidió hacer público este error?, ¿qué lo llevó a compartirlo con sus lectores? Tal vez la razón se encuentre en lo que afirma Alicia Molina en cuanto a que “los sentimientos tienen una propiedad extraña, casi mágica: si son alegres, cuando los compartes crecen y si son tristes, crecen cuando no los compartes”. También pudo haberlo hecho público en el afán de invitar a sus jóvenes colegas a ser muy cuidadosos en el trato con los pacientes.

Aun reconociendo la función tan útil que cumplen, no conviene desconocer el potencial peligro que el uso de los espejos puede presentar, por lo que es posible concluir que en ciertas circunstancias se convierten en objetos que exigen un trato de mucho cuidado.

Gracias doctor Sacks por la lección y disculpas Jimmie por el malestar ocasionado.

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