Varias son las razones por las que
beber alcohol resulta tan atractivo para muchas personas: el gusto de la bebida,
la sensación agradable que con ello se obtiene, la dimensión social por
compartir un buen momento, etc. El trago permite adquirir momentáneamente otra
perspectiva porque como dice Gary Ross “la realidad es una ilusión temporal que
surge por la ausencia de alcohol”. De allí que haya quienes se acerquen a la
bebida con el objetivo de ahogar las penas desoyendo la ya clásica advertencia
de Oscar Wilde en cuanto a que las malditas flotan. Lo que sí llegará después, para
seguir con metáforas marítimas, es la cruda o resaca a la que alude Héctor
Zimmerman.
Resaca. Derivada del verbo sacar.
Saca y resaca se aplican al movimiento de flujo y reflujo del mar cuando
éste se vuelca sobre la orilla y, al retirarse, deja en ella los objetos que
arrastraba. Con cierto humor se denomina también resaca al malestar que se siente después de una noche con mucho
alcohol: el despertar deja al descubierto las consecuencias de la marea del
whisky y sus anexos.
Los motivos para empinar el codo nunca
faltan porque como sostiene el dicho: “contra las muchas penas, copas llenas,
contra las penas pocas, llenas las copas”.
Ahora bien, no todos quienes tienen
tratos con el alcohol pertenecen al mismo grupo, ello le permite a Jorge
Ibargüengoitia establecer diferencias entre lo que denomina el borracho de peso completo y el alcohólico.
La diferencia
entre el borracho de peso completo (PC) y el alcohólico es clarísima: no está
en el consumo -hay borrachos PC que beben más que cualquier alcohólico- sino en
el motivo y en los efectos. El alcohólico bebe porque necesita beber –para olvidar,
para acordarse, para calmarse, para atreverse, etcétera- el borracho PC bebe
porque tiene ganas y porque el alcohol forma parte fundamental de la estructura
de su vida. El alcohólico es un señor que un día va a pedir trabajo y siente
que no se atreve a salir de su casa, a las nueve de la mañana, sin antes
tomarse un trago. El borracho PC no necesita pedir trabajo.
Los borrachos PC
son pilares de la sociedad. Si se reformaran un día, los accionistas de las
compañías destiladoras se quedarían en la miseria, el gobierno perdería una
parte importante de sus ingresos y muchas agencias de publicidad tendrían que
cerrar. Sobrevendría una crisis parecida a la del petróleo.
Pero no hay por
qué alarmarse. Los borrachos PC no están asociados, ni tienen ganas de asociarse,
ni menos de reformarse.
Muchas son las campañas publicitarias
que procuran erradicar o, cuando menos, moderar el alto consumo de alcohol por
ser origen de graves problemas en la vida personal, familiar y social. Menos
escuchadas son las voces de aquellos que, por el contrario, consideran traidor a quien abandona
las filas del vicio. Quienes en cierto momento –y fuere cual fuere la causa-
asuman la decisión de dejar de tomar, deben saber que ya nada volverá a ser
como antes: se generarán suspicacias en torno a ellos y los amigos con quienes antes
compartían afición ahora eludirán su presencia. Al respecto señala
Ibargüengoitia
La mayoría de
ellos irá reformándose a fuerzas, poco a poco, cada cual por su lado y por
prescripción médica. Otros se irán a la tumba con la botella en la mano.
Al llegar a los
cuarenta y cinco años, los borrachos PC empiezan a tener conversaciones muy
raras, en las que entran parlamentos como estos:
-Es que ya no es
como antes...
-¿Tú que tomas
para la agrura?
-He decidido que
cada año voy a pasarme dos semanitas sin tomar gota.
El que dice esto o
se queda platicando de las dos semanitas el resto de su vida o, para llevar a
cabo su plan, tiene que esconderse de sus amigos. El borracho PC que deja de
beber definitivamente por prescripción médica -¿si no, por qué?- tiene que
cambiar de amistades.
-¿Has visto a
Fulano?
-No, desde hace
años. Con eso de que no bebe, ¿ya para qué lo invitamos?
Un ejemplo de esta
discriminación subconsciente lo di yo mismo hace unos días. Estaba leyendo una
novela policiaca en la que aparece una mujer guapísima, abnegada, inteligente, tierna...
pero no bebe más que agua de la llave. Me dio mala espina.
Tenía yo razón.
Era la asesina. Ross MacDonald, el autor del libro -que también ha de ser
borracho PC-, quiso poner como señal inequívoca -pero sólo inteligible para los
elegidos- de la perversidad de esa mujer, el que, cuando el protagonista dice:
"Creo que merecemos una copa", ella conteste: "Yo tomaré un vaso
con agua".
Por su parte José Joaquín Blanco
critica duramente a quienes (“bebedores equivocados”, los denomina) han dado
este paso. “Los que dejan de beber, dice
algún borracho, nunca debieron haber bebido: son bebedores equivocados, como
las magdalenas resulta que se arrepienten porque en realidad siempre
fueron una especie de colegialas... El buen bebedor ni se anda cayendo de beodo
a lo tonto y a primeras de cambio, ni deja de brindar sino hasta encontrarse
con la Pelona.”
No se crea que aquí queda la cosa, los
juicios pueden llegar a ser aún más duros. Hace años se pusieron de moda los
libros autobiográficos en que el protagonista confesaba haber abandonado el
alcohol luego de muchos años de experiencia cantinera. Groucho Marx se rebela
contra ello manifestando que él no escribe “(…) uno de esos libros en que el
protagonista es un borracho empedernido durante treinta años y luego explica
cómo ha encontrado a Dios, a los Alcohólicos Anónimos, o a ambos.” Y concluye
expresando las suspicacias que le generan ese tipo de testimonios. “Tengo la
sospecha de que cuando esos individuos empezaron a beber tenían ya preparada
esa autobiografía, con la esperanza de acabar vendiéndola a un estudio
cinematográfico.”
-----------------------------------
Pues bien, no están ustedes para
saberlo ni yo para contarlo pero al momento de armar este artículo, quien sabe
lo que suceda a la hora en que usted lo lea, me reconozco como abstemio
converso (que en mucho se diferencia del abstemio histórico). Luego de muchos
años de trato frecuente con el trago, decidí desertar y tal vez ello explique mi
interés en el tema. Debo añadir que, y estoy profundamente agradecido por ello,
no he sido excluido de la vieja barra de amigos con quienes he alcanzado un
acuerdo tácito: ellos respetan mi decisión mientras que yo renuncio a cualquier
cruzada antialcohólica.
Aún estando de acuerdo con Fernando
Pessoa en que “la mayor fuerza de voluntad es la del hombre que gusta de beber
y se abstiene de beber mucho y no la de aquel que no bebe del todo”, de momento
prefiero no volver a hacer la prueba al recordar lo que me costó marcar
distancia. Eso sí, debo aclarar si algún día me
gana esa tristeza existencial que en ocasiones alcanza al alcohólico
rehabilitado y dejo de disfrutar los buenos momentos de la vida, ese día
–decía- mis amigos de la barra cuentan con autorización para hacerme consumir
alcohol aunque sea por vía intravenosa.
Ahora bien, mientras con un vaso de
agua o un refresco en mano siga riendo y disfrutando de nuestros encuentros,
entonces -y hasta nuevo aviso- dejemos las cosas tal como están.
No hay comentarios:
Publicar un comentario