jueves, 8 de noviembre de 2012

El ajo en la cocina española


No es posible concebir a la cocina española sin la presencia del ajo. Y tal como sucede en otras regiones con diversos productos (en México con el maíz, en Francia con los quesos, en ambas márgenes rioplatenses con el mate, en Alemania con la cerveza, etc.), en España al ajo se le encuentran continuamente nuevas propiedades (permítasenos un paréntesis: en México a un reconocido político le pusieron por apodo “el nopal” ya que lo estaban investigando y todos los días le encontraban una nueva propiedad…)

Por lo tanto el ajo resulta bueno para todo: la gripa, el reuma, la migraña, la torcedura de tobillo, la impotencia sexual y para alejar las envidias. Julio Camba propone un muy buen análisis sobre el uso del ajo en la cocina española.

La cocina española está llena de ajo y de preocupaciones religiosas. El ajo mismo yo no estoy completamente seguro de que no sea una preocupación religiosa y, por lo menos, creo que es una superstición. Las mujeres de mi tierra natal suelen llevarlo en la faltriquera para espantar a las brujas, y sólo cuando el bulbo liliáceo ha perdido su virtud mágica en fuerza de rozarse con la calderilla, se deciden a echarlo en la cazuela. Es decir, que el ajo lo mismo sirve para espantar brujas que para espantar extranjeros. También sirve para darle al viandante gato por liebre en las hosterías (…) Aderezado con ajo, todo sabe a ajo (…)
No digo que sólo en España se utilice el ajo como condimento. Todo el Mediterráneo trasciende a ajo (…) Es en España, sin embargo, donde el ajo ha tomado verdadera carta de naturaleza, y, acostumbrado a su sabor, el español encuentra insípidas todas las comidas que no lo usan. (…) Los españoles nos cauterizamos con ajo el paladar (…) y si nuestras cocineras son tan aficionadas al ajo, no es porque este condimento les sirva para hacer una buena comida, sino, al contrario, porque les sirve para no tener que hacerla.
Está, no obstante, muy lejos de mí el propósito de negar todas las excelencias del ajo. (…) Lo único que digo es que el ajo es un arma de dos filos con la que se puede hacer pasable un alimento mediocre y con la que se puede destruir un manjar de primera clase.

Pero las consideraciones en torno al ajo no se quedan en los fogones sino que, con su particular aroma que no pasa desapercibido, llegan a la filosofía. En cierto pasaje de su difundido libro “Ética para Amador”, Fernando Savater le pregunta a su hijo acerca de cuál es la única obligación que tenemos en esta vida. Y como buen filósofo no solo se pregunta sino que se contesta: no ser imbéciles. Aclara que la etimología de la palabra es más profunda de lo que parece ya que se relaciona con aquellos que necesitan bastón (baculus) para caminar, pero no alude a quienes cojean de las piernas sino del ánimo. Posteriormente presenta a su hijo Amador, y por ende a todos sus lectores, diversos modelos de imbecilidad en los que es posible caer. Uno de ellos es el de creer que se puede con todo al mismo tiempo, que se puede hacer todo a la vez. Savater le dice a su hijo que no se deje engañar, que ello es imposible  porque en la vida hay que ejercer la libertad y ello necesariamente supone elegir. A su vez elegir implica renunciar y esto siempre duele; al mismo tiempo que toda elección genera consecuencias. Hay ocasiones en que elegimos mal y sufrimos los efectos por lo que conviene aprender de ello para la siguiente.

Entre los ejemplos que ofrece a su hijo sobre este modelo de imbecilidad de quien quiere hacer todo al mismo tiempo, Fernando Savater señala el de irse y quedarse, permanecer sentado y salir a bailar así como el de masticar ajos y dar buenos besos. Y sobre esto advierte a su hijo en cuanto a que no puede hacer ambas cosas: o mastica ajos o da buenos besos.

Si se cumple este supuesto de Savater deberemos concluir que la sociedad española es muy poco besuquera.

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