Con el paso del tiempo se convirtió en un clásico y para
formar parte de tan selecto grupo además de vencer al tiempo también tuvo que
desafiar al espacio. Sus orígenes, de acuerdo con Homero Alsina Thevenet, se
encuentran en las postrimerías del siglo XIX.
1899 – La aspirina es introducida en el
mercado por la firma Bayer AG, de Leverkusen, Alemania. El nombre registrado
designa a un producto químico ("ácido acetilsalicílico") que se había
ya sintetizado en laboratorios alemanes en 1853, pero transcurrieron cuarenta
años antes de que la firma Bayer pudiera obtener el producto en forma adecuada
a su uso terapéutico. Inicialmente la aspirina se vendía solamente en polvo y
con receta médica, especialmente para dolores de cabeza. La misma firma Bayer
comenzó a comercializarla en tabletas en 1915 y desde entonces la aspirina
generó abundantes imitaciones en todo el mundo.
Aun cuando de aquellos entonces a la fecha se han
alcanzado innumerables avances en el campo de las ciencias médicas, esta
tableta de 500 mg mantiene su juvenil lozanía y nada hace pensar que pudiera
llegar a descontinuarse. A este respecto, en una nota de prensa, Joserra afirma que: “A pesar de ser
anterior a La interpretación de los
sueños de Freud, a la penicilina y a la anestesia; a pesar de los productos
con efectos similares contra el dolor y mucho más gentiles con el aparato
digestivo; (…) la aspirina sigue tan vigente en la era de la computación global
como en cualquier otra.”
Goza de simpatía a nivel popular por diversas razones: su
precio es relativamente accesible, “sirve para todo” dicen unos, “una al día es
buena para el corazón” afirman otros. Aun cuando no falta quien exprese algún
reparo como que “no es bueno exagerar ya que en dosis elevadas puede llegar a tener
severos efectos colaterales”, no cabe duda que la evaluación global le resulta
ampliamente favorable. Y por si fuera poco además de sus usos medicinales, de
acuerdo con el mismo Joserra, la
aspirina se presta tanto para la metáfora como para el chiste.
No está por demás recordar que a los
usos ortodoxos de la pastilla, se han sumado otros que van desde el poético
–como en la quizá demasiado popular metáfora nalgas de aspirina- hasta el de estimulante para el estudio o el
trabajo –mezclada con cocacola en la receta local, con vino tinto en la versión
española- pasando por el de agente de lo chistoso: el método anticonceptivo más
efectivo es una aspirina… entre las rodillas.
Si prestamos atención a este chiste,
nos encontramos que desnuda el sustrato que ha vuelto tan importantes las
aspirinas para el hombre del siglo XX: su naturaleza a un tiempo accesible y
panaceica. La efectividad del chiste no sólo radica en sus mecanismos
habituales de humor sorpresivo, sino a la convicción generalizada a nivel inconsciente
de que las aspirinas sirven para todo.
Todos tenemos algún familiar, amigo o conocido que forma
parte de la categoría de aspirinodependientes, aquellos que mejoran cualquier
síntoma físico, psicológico o espiritual con su sola ingesta por lo que podrán
olvidar en su casa la billetera pero jamás el blitz de color plateado y verde.
Pero aun hay quienes logran ascender y pasan a integrar
el “club de amigos de la Aspirina”, compuesto por quienes en muestra de agradecimiento,
aprovechan toda ocasión –mediante la evocación de una larga lista de notables
beneficios- para recomendar a propios y ajenos su uso frecuente. Cabe agregar
que esta labor la realizan con una vehemencia y convicción que ya quisieran ver
muchos grupos políticos o religiosos en sus seguidores.
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