jueves, 22 de mayo de 2014

Un reconocimiento tardío al palillo de dientes

Hay utensilios de uso cotidiano que en su propia apariencia manifiestan su ausencia de pretensiones. Tal es el caso del palillo de dientes, también llamado escarbadientes o mondadientes; Luis Melnik aclara el origen de esta última expresión. “Mondar significa en español (…) limpiar, purificar una cosa quitándole lo superfluo o extraño que está mezclado en ella. También quitar la cáscara de las frutas. Además, carraspear o toser para limpiar la garganta antes de hablar o cantar.”
Pero no vaya a creerse que su aspecto físico ha sido siempre tan humilde para lo cual recurrimos nuevamente a Melnik. “Poco a poco, vino a ser expresión vulgar, escarbarse los dientes con palillos o, precisamente, escarbadientes o mondadientes. Hubo tiempos en que ese instrumentito era de oro o plata (…)”
Julio Camba también se ha interesado en el tema y refiere las posibles razones por las que algunas personas cargaban su propio mondadientes que constituía un indicio del rango social del que se formaba parte.
No es que yo me crea a pies juntillas la historia del caballero que habiendo pedido un mondadientes en el restaurante tuvo que esperarse un buen rato porque de momento, y según declaración del mozo, no quedaba ninguno libre; pero ello no obstante, ¿quién puede estar seguro en ningún establecimien­to público de que el palillo que se lleva por la noche a la boca no ha servido al mediodía para pincharle a otro parroquiano una aceituna o para hacer algún bonito, elegante e ingenioso juego de prestidigitación? De aquí el que no todo el mundo utilice los palillos corrientes y el que las personas verdadera­mente distinguidas usaran años atrás unos artefactos individuales, muy bien presentados (…)
Según Camba hubo quienes descubrieron otros usos para aquel pequeño instrumento “(…) que por un extremo servía para hurgarse la dentadura y por el otro para limpiarse los oídos.” Y a partir de ello deja sembrada una pregunta: “¿Se concibe nada más pulcro, nada que revele un mayor cuidado y una mayor preocupación de la higiene personal?”
La caída de la aristocracia se hizo patente, según Luis Melnik, en las transformaciones que sufrió este adminículo. “El tiempo, la falta de recursos, el refinamiento, retiraron de circulación los mondadientes valiosos que fueron reemplazados por unos miserables palitos.”
                                                                                              
Hay lugares en que su uso es muy discreto, casi vergonzante, mientras que en España (donde casi podríamos afirmar que tiene su marca de origen) es exhibido sin ningún pudor dando cuenta de que su feliz portador ha comido en forma por demás abundante. Julio Camba se refiere a ello.
Yo creo que el español concibe mejor el palillo de dientes sin comida que la comida sin palillo de dientes. Poniéndose a hurgar y hurgar con un pali­llo de dientes en la dentadura, malo será que al fin y a la postre no se acabe por pescar algo. Por lo menos se mastica, se estimula la salivación, se en­tretiene el hambre y se cubren las apariencias. En cambio, si después de comer no puede uno relamerse un poco delante de los amigos, ¿de qué le servirá el haber comido? (…)
Eso de comer para que nadie se entere, me parece algo así como hacer la conquista de una mujer guapa y no poder contarlo luego en el café...
No sé si estas razones servirán para explicar o para disculpar la costumbre española de escarbarse los dientes en público. Desde luego me temo que no, pero por el momento no encuentro otras. El español, cuando come, puede todavía resignarse a hacerlo en privado, pero cuando no come entonces quiere darle a todo el mundo la impresión de que ha comido en una forma opípara, pantagruélica y heliogabaliana. (...)
Cabe añadir que el inventor del palillo de dientes (quien seguramente procedió por imperiosa necesidad porque al decir de Miguel de Cervantes “esto de la hambre tal vez hace arrojar los ingenios a cosas que no están en el mapa”) ha quedado en el anonimato y no hay duda de que, aun cuando goza de tan buena salud, su origen se encuentra en el pasado remoto. Se trata pues de un anciano que tiene larga vida por delante.

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