Siempre han existido –afortunadamente existen y existirán- personas que deciden apartarse de los caminos más concurridos y construir su propia vereda de vida; tal fue el caso del Hombre del Corbatón, personaje típico de la primera mitad del siglo XX. Por aquellos entonces parte del centro de la ciudad de México coincidía con el llamado Barrio Estudiantil. Carlos Monsiváis recrea aquél ambiente
El antiguo Barrio Estudiantil es
todavía, a principios de la década de 1950, el espacio para difundir
conocimientos disfrazados de tradiciones urbanas. ¿Qué es el Barrio? El espacio
donde por siglo y medio se congregan los escritores, los músicos, los pintores,
los escultores, los teatristas. Allí se concentran las academias, los estudios
de pintores y músicos, las grandes librerías...y, también necesariamente, a
partir de las ocho o nueve de la noche, allí florecen las cantinas y los
cabarets aclamados y “adecentados” por el cine. (…) En el Barrio Estudiantil se
refugia la especie hoy extinta, los Personajes de la Ciudad.
A la ausencia de grandes museos la
compensa el tableau vivant, el museo
de leyendas en vida. En San Juan de Letrán (…) se ve el Fantasma del Correo,
una anciana rigurosamente pintada que reparte sus encantos imaginarios. En los
cafés de Bolívar departen los exiliados españoles y el Hombre de Corbatón,
defensores sin paga de los pobres encarcelados, el tipo de bohemio despedido
del coro de La Traviata.
El Hombre del Corbatón fue un verdadero Quijote del Derecho,
defensor de presos de humilde condición que la injusticia de antes –al igual
que la de ahora- había conducido a la cárcel. Armando Fuentes Aguirre, Catón, lo evoca con afecto.
Lo recuerdo como un sueño dentro de
otro sueño. Era ya anciano ese hombre; lucía un gran sombrero de ala ancha, de
los llamados chambergos, que apenas dejaba ver su cabellera blanca, y llevaba
una enorme corbata de moño formada por una banda negra que se anudaba en torno
de su cuello y le caía sobre la blanca pechera de la camisa.
-Es el Hombre del Corbatón —me dijo
alguien.
Personaje señero de la Ciudad de México, el Hombre
del Corbatón era conocido por la defensa que hacía de pobres reos de quienes ni
siquiera se ocupaba el defensor de oficio. Él los buscaba en las cárceles de la
ciudad, averiguaba la justicia de su causa —¡tantos inocentes había en la
prisión!— y luego tomaba su defensa sin cobrarles un centavo, sólo por la
satisfacción de ayudar a aquellos infelices.
No era abogado, pero en materia penal
cualquiera podía litigar, y el Hombre del Corbatón lo hacía con la habilidad
del más sabio letrado. Su arma principal era alegar la legítima defensa. (…)
Acabo de leer la autobiografía de El
Hombre del Corbatón. Hermoso libro es éste, publicado en 1945. La edición es
modesta, modestísima, pero el libro vale oro, igual que el hombre que en él
puso sus recuerdos.
Se llamaba José Menéndez. Español,
nació en 1876 en Luanco, un pueblo perteneciente a Asturias, cerca de Pravia.
(…)
Jovencito, Menéndez fue a Cuba, y de
ahí pasó a México. Se enamoró de este país y se quedó a vivir ya para siempre
en él.
Por otra parte Marcial Fernández agrega algunos datos
acerca de sus primeros tiempos en México y de cómo surgió su vocación de
litigante.
Aún sin cumplir lo que hoy se
considera la mayoría de edad, José Menéndez llegó al puerto de Veracruz y, en
Villahermosa, Tabasco, probó suerte en una compañía teatral ambulante y, más
tarde, con tres centavos en el bolsillo, viajó a la ciudad de México, en donde
logró sobrevivir de limosnero mientras que, por las noches, dormía en una de
las bancas de la Plaza de la Constitución.
Su vida de vagabundo terminó cuando la
policía detuvo, por un pleito en la calle de Dolores, a un torerillo amigo
suyo. Ese día José Menéndez cayó en cuenta que su mera simpatía y labia (la de
él, no la del torerillo) eran suficientes para litigar en este país, de manera
que, sin licencia de abogado, empezó a liberar a delincuentes menores,
prostitutas, prostitutos, escandalosos en la vía pública y gente del pueblo en
desgracia.
La fama de José Menéndez se hizo
patente, sin embargo, cuando entre 1908 y 1909 sacó de la cárcel al
banderillero español José Traverso Marinerito, asesino del matador de toros
gaditano y, a la postre, picador a las órdenes de Rodolfo Gaona, Sebastián
Chávez Chano, alegando la “legtítima defensa” del inculpado, lo que se
convirtió en palabras del propio Menéndez, en el “ábrete sésamo” de su vida. (…)
Durante la Presidencia de Álvaro
Obregón, un abogado allegado al General quiso que se le aplicara al asturiano
el Artículo 33 constitucional por ejercer la abogacía sin título profesional,
pero cuando El Hombre del Corbatón estaba a punto de ser deportado, la gente
del pueblo armó tal escándalo que el Presidente comentó:
“¿Quién es este Menéndez por el que me
suplica todo el mundo? Cuando expulsé al Delegado Apostólico no vinieron más
que los de la Mitra a impetrar por él…”.
Del mismo modo que sucede con otras tantas anécdotas,
existen diferentes versiones de este mismo hecho, tal como la que relata
Francisco Burgoa
(…) alguien le informó al Presidente
Obregón dicha situación y él sabedor de su fama, preguntó el motivo por el cual
lo iban a expulsar del país y le dijeron: “Señor Presidente, es necesario que
se vaya de México 'El Hombre del Corbatón' porque se dedica a defender
prostitutas!!!” Al escuchar lo anterior, el Presidente Álvaro Obregón,
respondió: “a chingá, entonces qué es lo que desean??? Qué se ponga a defender
a las diez mil vírgenes???” y dicho esto, José Menéndez se quedó en nuestro
país para seguir con su encomiable proceder.
Eso sí, en todos los casos el final es el mismo: el
Hombre del Corbatón permaneció en México y siguió litigando a favor de los más
desprotegidos. Francisco Burgoa quien se refiere a él como “un artista del
derecho por su forma de vivir, su filosofía y su amor a la justicia”, aborda
otros rasgos del personaje
El abogado Menéndez (…) era
ampliamente conocido en el tristemente célebre Palacio Negro de Lecumberri y en
la Cárcel de Belén por la loable acción –y vocación- de defender gratuitamente
a los presos que ahí se encontraban. En cierta ocasión llegó un joven que
recién acababa de obtener su título de Licenciado en Derecho y se presentó con
tono burlón ante “El Hombre del Corbatón”, para hacerle mofa de que él no
contaba con título profesional y pretendiendo irse inmediatamente, se despide
el joven abogado diciéndole sarcásticamente a José Menéndez: “Adiós abogado sin
título” a lo que éste le respondió al instante, haciendo alarde de su astucia:
“Adiós título sin abogado”. (…)
José Menéndez decía: “Amo a España
como mi primera novia que conturbó mis quince años. Amo a México como la esposa
con la que se han tenido los hijos de la carne. El primer amor es difuso,
estático, lejano, pero no menos profundo; el segundo es dinámico, vivo, anclado
en los soterrados del alma. Son dos amores diferentes y una emoción verdadera”.
(…)
“El Hombre del Corbatón” nos dejó una
gran reflexión cuando dijo que “el dinero y el poder terminan siempre por
corromper al hombre y lo hacen infeliz y tiránico, pues son pocos los que
realmente saben utilizarlo sabiamente” y para corroborar lo anterior, decía:
“pienso como (Giovanni) Papini: el dinero es el excremento del diablo”. Se dice
que los pocos centavos que ganaba, los invertía en el pago de fianzas y
cauciones de los reclusos pobres.
Dada su precaria condición económica, comenta Rafael
Solana, todas las noches dormitaba en un sillón rodeado de cajas en el teatro Ideal. Y añade Solana que con él muere
en 1959 un “último bohemio” (amenaza que felizmente no se hace realidad porque
siempre aparece alguien dispuesto a ser otro último bohemio).
Finalmente un dato sorprendente. En la búsqueda de
información para estas notas encuentro en internet que:
El Titular de la marca EL HOMBRE DEL CORBATON es:
Televisa, S.A. De C.V.; MX; Vasco De Quiroga # 2000, Col.
Santa Fe Zedec. México, D.F.. 01210, MEXICO
Fechas de registro EL HOMBRE DEL CORBATON son:
Concesión: 2005-08-30
Presentación: 2005-07-18
Expediente: 728928
Cosas
veredes…
6 comentarios:
Mi abuela Francisca Lopez Cuevas trabajo con el senor del corbaton voluntariamente por varios anos. Ella me comentaba que habia dias que no tenian dinero para comer pero con visitor la casa de algun exreo conseguian que los invitaran a comer.
Es bueno encontrar algo de historia donde mi abuela participo.
Mi madre me cuenta que conoció a ese personaje el cual defendió a su tío y consiguió su libertad, y mi bisabuela tenía un pequeño restaurante y este señor iba a comer porque le encantaba el sazón de mi bisabuela, que interesante.
Hola. He tratado de localizar ese libro autobiográfico que mencionas y no he podido dar con él. Me interesa de sobremanera leerlo. Sabes dónde puedo encontrarlo?
Mi mamá fue su sobrina, convivía con su familia, Sara su esposa y sus hijos Amparo y José Menéndez Espejo. Quiero el libro!!! Cómo lo encuentro????
Me encantó el artículo, solo una pequeña rectificación, Luanco, está cerca de Avilés, Pravia está algo más distante.Jose Menéndez, fue generoso allí y aquí.Vino a Luanco cuando su madre murió y se regreso a México, renunciando a toda su herencia.Gracias
como se llama el libro de su autobiografía
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