jueves, 26 de marzo de 2015

El arte de saber titular

Seguramente entre las diferentes musas que inspiran al escritor, debe existir alguna especializada en encontrar buenos títulos. Claro que hay libros excelentes acompañados por títulos que no los desmerecen en nada, pero lo más frecuente es encontrarse con marcadas asimetrías entre la obra y el título, lo que en ocasiones favorece a la primera y en otras, al segundo. Lucio V. Mansilla ahonda en esta cuestión.
 
Y no me digan ustedes que es cosa fácil hallar un título: conozco más de cuatro autores que no han publicado sus obras por no saber cómo denominarlas. Otros, conozco, cuyas obras han tenido mal éxito, nada más que por no haber dado en bola al empezar, eligiendo un epígrafe que llamara la atención. Agregaré que hay también autores afortunados, valgan lo que valieren sus producciones que se han hecho, se hacen y se harán leer nada más que por el título.

El sentido de oportunidad del que carecen ciertos autores, lo poseen las editoriales que en esto se las saben de todas, todas; Homero Alsina Thevenet proporciona un ejemplo al respecto.

En una nota sobre la antropóloga Margaret Mead (...) se deja constancia de que un libro de ella fue editado dos veces en castellano, con texto idéntico. La edición de 1945 se tituló Adolescencia y cultura en Samoa. Cuarenta años después, Planeta cambió el título por Adolescencia, sexo y cultura en Samoa. Se presume que vendió mucho mejor. 

Algo similar acontece con los titulares (o cabezas) de noticias en los periódicos. Berta Hidalgo ilustra el caso de México.

Víctor M. Velarde fue un reportero excelente, dueño de una extraordinaria memoria y de un agudo sentido de observación, pudiendo captar en un segundo lo que para todos pasaba inadvertido; sus artículos siempre estuvieron enriquecidos con datos y comentarios exclusivos, pero en lo que más destacó fue en el “cabeceo”. Varias de sus “cabezas” han hecho historia, como aquélla en “Últimas Noticias” que recorrió el mundo por ser la más corta en la historia del periodismo mundial, el famoso ¡Ya!, con el que se anunció (el 5 de marzo de 1953) la muerte de José Stalin, noticia que era esperada en todo el mundo y por ello fue tan clara y oportuna la “cabeza”.
 
Otra muestra que proporciona la misma autora en cuanto a los titulares de Velarde, y que con el transcurso de los años pudiera ser considerado políticamente incorrecto, es el siguiente:
 
O aquella otra en la que se refirió al problema entre el antiguo Congo Belga y Catanga, conflicto provocado por el líder separatista llamado Chombe, que buscaba la independencia de Catanga del Congo, y tratando de dos regiones africanas, Víctor ideó esta “cabeza” que tiene cierto ritmo de tambores y que decía así: “Pide a la ONU Lumumba, le zumbe a Chombe en Catanga”.
 
Por último Homero Alsina Thevenet, quien fuera considerado como un gran maestro de periodismo, proporciona otro asombroso ejemplo.
 
Uno de los mejores titulares periodísticos del siglo fue publicado por La Vanguardia de Barcelona (17 septiembre 1982, p. 25) y dice, lacónicamente:
Se investiga el paradero
de unos dinosaurios
Según la información que acompaña a esa espléndida frase, los dinosaurios habían estado perdidos durante 70 millones de años, sin que los periódicos dijeran nada. En 1927 fueron hallados (ya muertos) en la zona de Tremp (Pallars, Cataluña) y unos 25 años después habrían sido trasladados a un museo europeo no identificado.
La búsqueda fue emprendida en 1982 por la Asociación Amigos de la Paleontología, con la propuesta de iniciar excavaciones en la zona del Pallars por la posibilidad de otros hallazgos. Aunque los dinosaurios perdidos tenían entre 12 y 15 metros de altura, lo realmente invisible en el caso resultaba ser el museo en cuestión.

Para encontrar este tipo de joyas del periodismo hay que ser lectores atentos como Alsina Thevenet, Berta Hidalgo, Carlos Monsiváis, Nikita Nipongo y Víctor Roura, entre otros.

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