martes, 23 de junio de 2015

Las goteras en la inspiración de Ramón López Velarde


La imaginación de los niños siempre está pronta para lo que se ofrezca, reacciona a la menor provocación y no tarda en crear, muchas veces de la nada, múltiples personajes y circunstancias (con frecuencia la imaginación los lleva de viaje por otros mundos, permitiéndoles de esa forma evadirse por un rato de la realidad lacerante e injusta en la que viven). Es así que la imaginación hace posible que el niño se convierta en pintor, escultor, diseñador, etc., por ello se dice que en cada uno de ellos vive un artista.   

Y a veces uno piensa que los grandes personajes siempre lo fueron, que no tuvieron infancia, que nacieron siendo adultos. No son muchos los que aluden a su niñez, tal como lo hizo el poeta Ramón López Velarde en un artículo publicado en El Nacional Bisemanal, el 12 de febrero de 1916 (cabe recordar que eran tiempos de Revolución los que se vivían en ese entonces y aun así –o tal vez por ello- el poeta opta por encarar un tema como este). Rememora la casa en que transcurrió su infancia y como en una ocasión unas simples goteras se constituyeron en fuente de inspiración.

(…) Este cielo raso fue uno de mis primeros auxiliares (no quiero escribir cómplices) en el hábito de destilar la imaginación, ¿Cómo? Fácilmente. Sobre el cielo raso han dibujado las goteras figuras inverosímiles: una mujer (soltera, probablemente), cuyo talle se estrecha como lápiz o aguja; una mariposa con piernas de caballo; un militar con espalda reducida a su menor expresión y con botas cuyos tacones se prolongaban metro y medio.

El niño fija su atención en cosas que pasan totalmente inadvertidas para los ojos adultos que muchas veces miran sin ver. Continúa López Velarde: “Poco, en verdad, se necesita para provocar al poeta en el niño: que llueva copiosamente una noche; que se hagan dos, tres, cuatro goteras; que haya cielo raso para que las goteras dibujen; y que un muchacho boca arriba, desde el sofá o desde la alfombra, mire los dibujos...” Y concluye preguntándose, “¿habrá un silencio más interesante y una soledad más intensa que el silencio y la soledad en que nace el primer pensamiento propio?”

Ojalá que estos días de lluvias intensas sean el momento adecuado para que florezca el surgimiento del pensamiento propio en los niños y que luego encuentren la fuerza necesaria para sostenerlo en un mundo en el que existen tantos colonizadores del pensamiento.

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