Dicen que se ha progresado muchísimo en las técnicas y
procedimientos que permiten localizar diversos sitios de interés arqueológico,
lo que permite ir relativamente sobre seguro en las exploraciones realizadas.
Pero antes las cosas eran muy diferentes. El arqueólogo
tenía sospechas o indicios de la presencia de piezas y restos dentro de un
espacio de extensión considerable. Una vez limitado el terreno, había que
largarse a excavar por lo que era muy valioso el poder de intuición del arqueólogo
que dirigía los trabajos. Si con el paso del tiempo no se obtenían hallazgos de
importancia, el desaliento iba ganando al grupo.
Caso aparte fue el de Román Piña Chan, famoso -en su calidad
de antropólogo y arqueólogo- por su poder de intuición que le permitía orientar
sus búsquedas con mucho acierto. Él mismo, citado por James Aldreen, aborda el
punto.
Con la idea de estudiar estos aspectos,
fuimos a Tlapacoya, cerca de Ayotla (…) e hicimos un reconocimiento. Ahí vimos
que había una lomita, donde habían sembrado algunos magueyes, y se me ocurrió
que eso era la evidencia del centro ceremonial. Empezamos a explorar y
encontramos el basamento de la pirámide de Tlapacoya.
Para saber cómo se había construido este
basamento, mandé construir un pozo, cerca de éste. Como a los 1.40 metros de
profundidad, localizamos un piso de lajas. Las quitamos y apareció la tapa de
una tumba. Esta contenía una caja con cientos de vasijas y los restos de tres
personajes colocados ahí.
Las personas se preguntaban: ¿Por qué
dijo que se hiciera ese pozo ahí? ¿Por qué no en otro lugar? ¿Qué ve usted a través
de la tierra? Pues no, no.
Añade Aldreen que en otra ocasión Piña Chan fue con un
grupo de estudiantes a realizar prácticas a Yagul, en Oaxaca. El propio maestro
Piña Chan, siempre citado por Aldreen, da cuenta de lo acontecido.
En un patio con cuatro edificios
alrededor, les dije: abran un pozo de un metro por lado, junto a la banqueta de
uno de los edificios. Iniciaron su agujero; ya cuando iban como a un metro de
profundidad, vieron que había una piedra atravesada, entonces les dije que
abrieran otro metro hacia adelante. Hicieron el hoyo y encontraron una loza que
resultó ser la tapa de una cámara mortuoria. (…)
Esto fue sin duda lo que provocó que la
gente, a través del tiempo, me dijera que era un brujo.
Es por ello, concluye James Aldreen, que “después de éstos
y otros hechos semejantes, se fue creando la leyenda de que Piña Chan era
infalible en la localización de tesoros arqueológicos”.
Otro ejemplo es el de Alfonso Caso por sus estudios, entre
otros lugares, en Monte Albán. El mismo maestro Caso, citado por Guillermo
Rosas Solaegui, informa en febrero de 1932 de sus investigaciones.
(...) Al explorar los muros encontramos
una serie de piedras esculpidas con figuras humanas que son semejantes a las
que todos ustedes conocen con anterioridad porque ya estaban exploradas en
Monte Albán y que se conocen popularmente con el nombre de “Los Danzantes”.
Son figuras de seres que parece que
están bailando y de allí les viene su nombre de “Los Danzantes”. Pues bien,
aparecen en los muros que exploramos figuras de seres monstruosos, jorobados,
mancos, cojos; seres deformes.
Quizá Monte Albán fué como se ha seguido
ya, un lugar en donde los hombres venían a curarse y en donde se operaban
milagros que hacían que los cojos pudieran andar y que los mancos hicieran uso
de sus brazos.
Entre sus hallazgos más extraordinarios están las tumbas de
importantes personajes aunque, como se verá a continuación, otros ya habían
llegado antes. Continúa el relato de Alfonso Caso, siempre citado por Guillermo
Rosas Solaegui.
Paso ahora a ocuparme del segundo
descubrimiento de la temporada, las tumbas que son las que constituyen este
descubrimiento. Hemos encontrado varias tumbas, algunas completamente
saqueadas. Fueron abiertas y los objetos desaparecieron sin dejar la más
pequeña huella, como no sea en la bolsa particular de los descubridores; los
objetos desaparecieron no para ser utilizados por la ciencia sino para otros
fines; no sabemos donde están, casi la mayor parte andarán por allá, fueron el
crisol, se convirtieron en oro y se sacaron unos cuantos pesos de estas reliquias
que valen millares. De todos modos no fué estéril completamente el
descubrimiento; la tumba misma no se la pudieron llevar los descubridores y la
dejaron en su lugar.
La que mayor admiración concitó, por lo que allí se
encontró, fue la tumba identificada con el número 7. Prosigue el maestro Caso
El descubrimiento que más ha llamado la
atención no solo en Oaxaca, sino en el mundo entero, ha sido el descubrimiento
de la tumba número 7, como nosotros la llamamos o tumba de los caciques, como
se le conoce.
Esta tumba estaba literalmente cubierta
y había enterrados en ella, por lo menos, seis caciques, seis grandes señores, y
todos ellos estaban con sus joyas. (...) Se ha afirmado que los caciques
estaban sentados en una actitud muy digna. Los caciques eran con todo el
respeto que se merecen, simplemente un montón de tierra y de huesos y un montón
de huesos no tiene ninguna dignidad. Si nosotros descubrimos que los caciques
estaban sentados, es por la posición en que encontramos los huesos, pero no por
que los hayamos encontrado en esa posición. Tampoco los collares y las joyas
estaban puestas decorando los huesos de los caciques, pues estaban
absolutamente confundidos con la tierra, nos costó bastante trabajo sacar estos
collares, lavarlos, ensartar cuenta por cuenta, preparar los objetos para que
todos ustedes los vieran hace unos cuantos días en la exposición que hice de estos
objetos.
Así es que podemos decir que esta tumba
es la más importante de las descubiertas hasta la fecha; no sé si será única o
será muy poco importante con relación a otra que encontremos posteriormente
como resultado de las exploraciones científicas que todavía tenemos que hacer.
Pero no vaya a creerse que todos coincidieron con esta
versión de los hechos; sabido es que nunca faltan los mal pensados o “sospechosistas”
(para decirlo con una expresión acunada en tiempos recientes). Tal fue el caso
de Ramón Mena, según testimonio recogido por Luis Castillo Ledón que nos llega
en versión de Alfonso Taracena.
Mayo
15 [1932].
Según don Luis Castillo Ledón, asegura con valor el licenciado Ramón Mena que
personas interesadas en que la celebración del IV Centenario de la fundación de
Oaxaca resultara muy lucida, colocaron las joyas de Monte Albán en la tumba
número 7, donde las encontró el licenciado Alfonso Caso, quien fue engañado
como un nene, aunque con fines sanos, y que en esa labor ayudaron mucho la Comisión
Nacional de Turismo y la prensa. Agrega el licenciado Mena que algunas de las
joyas son auténticamente mixtecas, otras son reconstruidas parcialmente y otras
enteramente falsas; que las auténticas existían ya en Oaxaca en manos de
diversos poseedores, ricachones, y en las de autoridades de diversos lugares,
según consta a muchos oaxaqueños.
Mucho tiene que ver esta conjetura con los números
redondos. Sucede que la que hasta entonces fuera villa, en 1532 recibió el
título de “muy noble y leal ciudad” de Antequera, por cédula real firmada por
Carlos V de España. Así, los descubrimientos de la tumba número 7 llegaban en
buen momento para celebrar el 400 aniversario de su fundación (cabe añadir que ese
nombre sería sustituido en 1821 por Oaxaca y en 1872 -a la muerte del “Benemérito
de las Américas”- por el que actualmente ostenta: Oaxaca de Juárez).
A saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario