En forma cíclica –y por lo general debido a trágicos
accidentes- el tema de la aviación pasa a ocupar los primeros titulares de la
prensa. Ahora consideraremos historias del aire pero de otro tipo, tienen que
ver con seres extraños o fantasmas aeronáuticos. Cuenta Luis Melnik, por lo
visto gran conocedor de la materia, de la existencia de unos seres muy
extraños: los gremlin, de quienes se tiene noticia desde hace mucho.
Durante la Primera Guerra Mundial, en la
entonces incipiente fuerza aérea inglesa, corrió una versión que se hizo muy
fuerte: la aparición de un espíritu pequeñísimo, travieso, inquieto, al que los
pilotos bautizaron gremlin (…)
Cuando los aeronautas británicos
tropezaron con aquellos espíritus minúsculos, crearon la expresión gremlin. Aparecían peculiarmente en los
aviones de combate y se vinculaban con fenómenos atmosféricos o técnicos. Ante
la carencia de explicaciones más certeras, los hombres del aire, cargaban sobre
las espaldillas de los gremlins las
fallas del fuselaje, falta de combustible (porque los chiquititos consumían el
líquido inflamable), cortes en las alas y fallas en las municiones. Incluso
eran considerados responsables de aterrizajes fallidos. Se les asignaba
excepcionalmente ayudas indispensables en circunstancias críticas o emergencias
aéreas.
El avistamiento de estos raros personajes no sólo fue
mencionado por personas fácilmente impresionables y nada menos que Charles
Lindbergh -siempre siguiendo el relato de Melnik- también presenta su
testimonio.
Charles Lindbergh (1902-1974), aviador
norteamericano, el primero en hacer un vuelo trasatlántico sin acompañante, el
21 de mayo de 1927, uniendo Nueva York y París en su avioneta llamada Spirit of St. Louis, Espíritu de San
Luis, fue tratado como un héroe nacional. En 1932, su hijo fue raptado y asesinado
y los Lindbergh se mudaron a Inglaterra donde él colaboró con el doctor Alexis
Carrel (1873-1944), biólogo y cirujano nacido en Francia. Lindbergh y Carrel
unieron sus tan diferentes capacidades técnico-científicas para desarrollar un
corazón artificial con el que mantuvieron vivos diferentes tipos de tejidos y
órganos.
Puede suponerse por lo tanto que
Lindbergh además de piloto audaz, hombre sufrido, ingeniero perspicaz, era un
hombre ligado a la ciencia y poco adicto a las supercherías. Sin embargo, él
informó que durante su celebrado viaje aéreo en 1927, que insumió treinta y
tres horas, fue visitado por esos extraños personajes. A la novena hora de navegación,
relató Lindbergh, el fuselaje de su avión estaba rodeado de una sustancia
vaporosa; unas formas indescifrables se movían en ese ambiente con mucha
libertad. Los chiquillos hablaban con voces simpáticas y amistosas y discutían
temas aeronáuticos. Sin duda, recordó más tarde Lindbergh, se trató de los gremlins, pero el piloto heroico guardó
el secreto y sólo lo reveló en 1953 cuando escribió un libro con sus memorias.
Pero estos no son los únicos acontecimientos extraños que
se producen en las alturas; Melnik da cuenta de otro caso más reciente.
El 19 de diciembre de 1972, un avión de
la compañía Eastern, de los Estados Unidos, que cumplía el vuelo 401, sufrió un
accidente y se estrelló; todos los pasajeros y tripulantes de la nave murieron.
Su capitán era Bob Loft y el copiloto, Dan Repo. Ellos lograron sobrevivir al
impacto, pero fallecieron horas después del trágico suceso.
Tiempo más tarde, otro avión jumbo de la
misma empresa, debió cumplir un vuelo en el que, además de los pasajeros,
transportaba los restos recuperados del 401. En un momento del vuelo tanto
pasajeros corno tripulación, juraron haber escuchado por los parlantes del
avión las voces de Loft y Repo que se identificaron como los antiguos pilotos
muertos. Pareció un episodio de alucinación colectiva.
Posteriormente, la empresa decidió que
todas las partes del avión accidentado que estuviesen en perfectas condiciones
se usasen corno repuestos. A partir de entonces, comenzaron a producirse
informes sobre voces y apariciones de aquellas personas que conducían el vuelo
401. La empresa contrató psiquiatras, analistas, pero poco a poco, las
denuncias cesaron (no los hechos, las denuncias). El personal embarcado temió
que repetirlas provocara sus despidos.
La terrible historia continuó. Los
repuestos usados fueron retirados de los aviones. Pero entre las tripulaciones,
en los corrillos secretos del ambiente, más y más hombres y mujeres describían
sus conversaciones con Loft y Repo que no sólo hablaban sino que se corporizaban
levemente.
Un día, una de las cocinas dejó de
funcionar. La auxiliar de a bordo fracasó en su intento de repararla. Apareció
entonces un pasajero que en pocos minutos arregló el desperfecto. El pasajero
regresó a su asiento. Sin embargo, la auxiliar no pudo luego encontrarlo. Uno
de los compañeros le mostró la foto de Repo y ella reconoció en el acto a quien
había reparado la cocina. El supuesto "pasajero".
Los fantasmas siguieron apareciendo. Sus
voces se siguieron escuchando. Las tripulaciones siguieron asegurando que
habían sido visitadas por los ausentes.
La empresa Eastern ya no existe. En
1976, John G. Fuller, publicó en Nueva York, The ghost of flight 401 (El fantasma del vuelo 401). El libro con
la crónica detallada de aquellos sucesos fue un éxito. Los espíritus de Bob
Loft y Dan Repo descansan.
Hace poco consulté a un piloto amigo en relación a este
tema. Su repuesta pretendió ser tranquilizadora: “Se exagera mucho al respecto...,
pero algo de esto hay”. A saber.
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