El hecho no se limita a México, pero está claro que aquí
los títulos adquieren gran relevancia. En este mismo espacio, ya nos hemos
referido a los (in) justos títulos
La diferencia de prestigio atribuida al trabajo intelectual
y al manual suele ser muy grande, por lo que quienes se desempeñan en uno u
otro ámbito reciben un trato muy desigual.
Según Eduardo Galeano fue hasta 1783 cuando el rey de
España decretó que los oficios manuales no eran deshonrosos.
Hasta entonces, no merecían el trato de
don quienes hubieran vivido o vivieran del trabajo de sus manos, ni quienes
tuvieran padre, madre o abuelos dedicados a oficios bajos y viles.
Desempeñaban oficios bajos y viles
los que trabajaban la tierra,
los que trabajaban la piedra,
los que trabajaban la madera,
los que vendían al por menor,
los sastres,
los barberos,
los especieros
y los zapateros.
Estos seres degradados pagaban
impuestos.
En cambio, estaban exentos de impuestos
los militares,
los nobles
y los curas.
Hasta la fecha el trato de “don” únicamente es dispensado a
quienes se encuentran en situación de privilegio, sea por razones políticas,
religiosas, económicas, intelectuales, etc. Santiago Ramírez profundiza en el
tema
(…) Existe otro hecho llamativo (…) y
encuentra sus raíces en la identificación entre el trabajo manual y lo indio.
El español consideraba despectivos para su Don, cualquier clase de labor manual
o de trabajo mecánico. Por ello es excepcional que en México se designe por su
nombre de oficio a una multitud de personas. El chauffer, el conductor de
tranvías, el mesero, y otras múltiples calificaciones de artesanía no pueden
utilizarse para dirigirse directamente a una persona. No se le puede decir al
mesero: "oiga mesero", ni al plomero: "oiga plomero".
Cuando se trata de oficios económicos considerados como propios de
"pelados", a la persona que los profesa es menester llamarla: "señor"
o "maestro". En otros países no existe este tipo de pudor y
delicadeza; en ellos, todos los inmigrantes tuvieron que trabajar, el oficio no
adquirió una connotación despectiva, no se discriminó. Recuerdo impresionado la
ocasión que estando en el extranjero, una persona que llamaba a la puerta se anunciaba
como el "cloaquero". En otras culturas un oficio no adquiere la
calidad despectiva que nominativamente tiene entre nosotros. Esto no es
genérico en todas las actividades, no se
eluden los calificativos profesionales considerados como “decentes”; en
este caso la suplantación del título: “doctor”, “licenciado”, etc., por el de
“señor”, a la inversa de lo que acontecía en el caso anterior, tiene una
connotación agresiva.
A este respecto José Pérez precisa que “maestro es el
hombre dedicado a la enseñanza, y maistro es el oficial artesano de cualquier
oficio”.
Es evidente que quien sea identificado como “licenciado”, o
aún más “el señor licenciado”, ocupará un lugar social relevante. Con ese
título por delante se abrirán las puertas, se reducirán las esperas e incluso se
contará con mayores posibilidades de ser eximido del cumplimiento de la ley porque
–tal como afirma Jorge Ibargüengoitia- “un albañil borracho y un licenciado
borracho, serán iguales a los ojos de Dios, pero no a los de la policía”.
¡Usted no sabe con quién está hablando!
No hay comentarios:
Publicar un comentario