martes, 10 de noviembre de 2015

Historias de futbol


Existen escritores a quienes el futbol les resulta indiferente y también están aquellos que le tienen franca animadversión. No es el caso de Juan Villoro (ni tampoco era el de Germán Dehesa) quien además de haber publicado un libro y varios artículos sobre el tema, ha sido invitado como comentarista televisivo en campeonatos mundiales de ese deporte.

Algunas de las historias que narra Juan Villoro acerca del futbol no tienen desperdicio y a los efectos de este artículo elegimos dos de entre muchas posibles.
 
La primera tiene que ver con la forma diferente de vivir el futbol que tienen los aficionados mexicanos y argentinos. Cabe aclarar que el relato tiene algunos años y la situación tal vez haya variado por la imitación reciente de ciertas costumbres rioplatenses (al respecto corre el rumor de la importación de líderes de “barras bravas”). Hecha la precisión, veamos lo que le ocurrió a Villoro
 
En una ocasión asistí al clásico Boca-River en Buenos Aires. Un hombre reconoció mi acento mexicano y quiso comprobar un dato del que le habían hablado varios amigos argentinos: “¿Es cierto que en México un hincha de un equipo como Boca puede ver el juego al Iado de un hincha de un equipo como River?”. Le dije que sí. “¿Y no se matan?”, precisó. Acepté que al menos en cosas de futbol éramos bastante pacíficos. “Uh, ¡pero qué degenerados!”, fue su inolvidable respuesta.
 
En el otro caso interviene el padre del escritor, el reconocido filósofo Luis Villoro quien  
 
(…) detestaba la procacidad del español peninsular y admiraba la cortesía de los indígenas, pero como no hablaba en náhuatl ni podía renunciar a sus ocasionales salidas de tono, injuriaba como un personaje de Galdós: “¡Es usted un tunante!”, le dijo a un taxista que quizá aún recorre la ciudad de México sin encontrar la salida a ese insulto.
 
Luego de caracterizar esa faceta de su padre, Juan Villoro evoca la ocasión en que compartieron una aventura futbolística.
 
Un domingo me llevó al estadio de Ciudad Universitaria. El Botafogo visitaba a los Pumas. Cuando el público silbó la entrada de los brasileños al campo, mi padre se encaró con dos fanáticos de aspecto patibulario:
— ¡¿Por qué chiflan, si son nuestros invitados?!
Sólo alguien con su escolástico sentido del civismo podía pensar que los rivales eran “invitados”.

Para concluir referiremos una historia que tiene que ver no con un escritor sino con un lector que, curiosamente, también era jugador; Manuel Araníbar Luna da cuenta de ello
 
Hoy les presentamos una anécdota increíble. Un arquero que ante el poco ataque de los delanteros rivales se sentó cómodamente a leer una revista, recostado al parante de su valla.
Se trata de Jaime David Gómez Munguía, arquero mejicano cuyo apelativo era "El Tubo", nacido en la ciudad de Manzanillo el 29 de diciembre de 1929 y fallecido el 4 de mayo de 2008. Defendió la valla de las Chivas Rayadas de Guadalajara. Obtuvo 7 campeonatos en un lapso de 9 años y su carrera se prolongó desde 1949 hasta el 1964.
En un encuentro en el que su elenco jugaba contra el Atlas de Guadalajara, el Tubo, para entretenerse -aburrido por la escasa e inofensiva llegada de los atacantes adversarios- no se le ocurrió otra cosa que sentarse apoyado en el parante del pórtico y leer una revista. Se ignora cuál fue el resultado del cotejo.

Conocida es la actual participación de futbolistas, tanto mexicanos como extranjeros, en campañas de promoción a la lectura difundidas por diversos medios de comunicación. No cabe duda que “El Tubo” Gómez fue un verdadero adelantado a este respecto y, lo más importante es que predicó con el ejemplo.

No hay comentarios: