Existen escritores a quienes el futbol
les resulta indiferente y también están aquellos que le tienen franca
animadversión. No es el caso de Juan Villoro (ni tampoco era el de Germán Dehesa)
quien además de haber publicado un libro y varios artículos sobre el tema, ha
sido invitado como comentarista televisivo en campeonatos mundiales de ese
deporte.
Algunas de las historias que narra Juan
Villoro acerca del futbol no tienen desperdicio y a los efectos de este
artículo elegimos dos de entre muchas posibles.
La primera tiene que ver con la forma
diferente de vivir el futbol que tienen los aficionados mexicanos y argentinos.
Cabe aclarar que el relato tiene algunos años y la situación tal vez haya
variado por la imitación reciente de ciertas costumbres rioplatenses (al
respecto corre el rumor de la importación de líderes de “barras bravas”). Hecha
la precisión, veamos lo que le ocurrió a Villoro
En una ocasión asistí al clásico
Boca-River en Buenos Aires. Un hombre reconoció mi acento mexicano y quiso
comprobar un dato del que le habían hablado varios amigos argentinos: “¿Es
cierto que en México un hincha de un equipo como Boca puede ver el juego al
Iado de un hincha de un equipo como River?”. Le dije que sí. “¿Y no se matan?”,
precisó. Acepté que al menos en cosas de futbol éramos bastante pacíficos. “Uh,
¡pero qué degenerados!”, fue su inolvidable respuesta.
En el otro caso interviene el padre del
escritor, el reconocido filósofo Luis Villoro quien
(…) detestaba la procacidad del español
peninsular y admiraba la cortesía de los indígenas, pero como no hablaba en
náhuatl ni podía renunciar a sus ocasionales salidas de tono, injuriaba como un
personaje de Galdós: “¡Es usted un tunante!”, le dijo a un taxista que quizá
aún recorre la ciudad de México sin encontrar la salida a ese insulto.
Luego de caracterizar esa faceta de su
padre, Juan Villoro evoca la ocasión en que compartieron una aventura
futbolística.
Un domingo me llevó al estadio de Ciudad
Universitaria. El Botafogo visitaba a los Pumas. Cuando el público silbó la
entrada de los brasileños al campo, mi padre se encaró con dos fanáticos de
aspecto patibulario:
— ¡¿Por qué chiflan, si son nuestros
invitados?!
Sólo alguien con su escolástico sentido
del civismo podía pensar que los rivales eran “invitados”.
Para concluir referiremos una historia
que tiene que ver no con un escritor sino con un lector que, curiosamente,
también era jugador; Manuel Araníbar Luna da cuenta de ello
Hoy les presentamos una anécdota
increíble. Un arquero que ante el poco ataque de los delanteros rivales se
sentó cómodamente a leer una revista, recostado al parante de su valla.
Se trata de Jaime David Gómez Munguía,
arquero mejicano cuyo apelativo era "El Tubo", nacido en la ciudad de
Manzanillo el 29 de diciembre de 1929 y fallecido el 4 de mayo de 2008.
Defendió la valla de las Chivas Rayadas de Guadalajara. Obtuvo 7 campeonatos en
un lapso de 9 años y su carrera se prolongó desde 1949 hasta el 1964.
En un encuentro en el que su elenco
jugaba contra el Atlas de Guadalajara, el Tubo, para entretenerse -aburrido por
la escasa e inofensiva llegada de los atacantes adversarios- no se le ocurrió
otra cosa que sentarse apoyado en el parante del pórtico y leer una revista. Se
ignora cuál fue el resultado del cotejo.
Conocida es la actual participación de
futbolistas, tanto mexicanos como extranjeros, en campañas de promoción a la lectura
difundidas por diversos medios de comunicación. No cabe duda que “El Tubo” Gómez fue un verdadero
adelantado a este respecto y, lo más importante es que predicó con el ejemplo.
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