No
es casualidad que tantas personas se interesen en cuestiones del idioma, que se
apasionen analizando el origen etimológico de las expresiones, los cambios que
éstas han experimentado con el paso del tiempo, las diversas acepciones de una
misma palabra en diferentes regiones,
términos desaparecidos y emergentes, etc.
El
idioma se convierte así en una invitación a la creatividad, las palabras se
constituyen en provocaciones al ingenio y las pruebas de ello son innumerables.
Ejemplo
de ello es la palabra “agarrar” (tan cerca por cierto de “garra”) que en el
caso de México se acomoda en una amplia gama de usos, de lo que da cuenta
Jorge García—Robles en su
Diccionario
de modismos mexicanos (México,
Porrúa, 2012).
Agarradera. Algo o alguien de quien una persona
se apoya en asuntos materiales o emocionales; mi novio es mi agarradera, sin él se me cae mi mundo.
Agarrado. Codo, tacaño.
Agarrar de bajada. Tomar
desprevenido.
Agarrar de encargo. Abusar
de alguien, explotarlo.
Agarrar con las manos en la
masa. Descubrir infraganti a alguien que comete una
acción prohibida.
Agarrar el avión. Fumar
mariguana.
Agarrar el hilo. Entender
lo que se explica.
Agarrar el modo. Aprender
a congeniar, a convivir en armonía.
Agarrar el toro por los cuernos.
Afrontar una situación de frente, sin miedo.
Agarrar en curva. Tomar
desprevenido.
Agarrar la onda. Entender,
captar el mensaje de alguien (…)
Agarrarla pelada y en la
boca. Resolver con facilidad una situación.
Agarrarse de la greña o
del chongo. Pelearse verbal o físicamente.
Agárrate. Se
dice para expresar estado de alerta, preocupación o azoro, según la entonación:
agárrate que ahí viene el sangrón de Pedro.
Agarrón. Pelea
fuerte, verbal o física.
Que al fin se trata de agarrar la que nos venga bien.
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