martes, 19 de enero de 2016

El alcohol entre letras y acordes


Existe una larga lista de escritores, músicos, artistas en general, que aceitaban (y a no dudar que hay quienes siguen cultivando el oficio) su creatividad con unos tragos. Claro está que mucho más numeroso es el grupo de quienes entrándole al beberaje no destacan como artistas.

Manuel José Othón, destacado hombre de letras, no le hacía el feo a la beberecua y decía, según Artemio de Valle-Arizpe, que

(…) él únicamente se emborrachaba por cualquiera de estos tres motivos:
"Primero, por el día de mi santo, como es muy natural, o, por solidaridad, el día del santo de algún amigo.
"Segundo, por las fiestas patrias, en memoria de nuestros gloriosos caudillos, porque no quiero deslucirlas como buen mexicano que soy. Otros matarán y herirán en honor de Hidalgo, o echarán gritos inflamatorios en su honor, yo contribuyo espontánea y modestamente a su lucimiento, emborrachándome; y
"Tercero, por cualquier motivo."

Otro que no cantaba mal las rancheras fue José Revueltas y en ocasión de que le preguntaran ¿Usted bebe?”, respondió: “Muy poco, pero sin interrupciones”. Elena Poniatowska da cuenta de las singulares gelatinas que las correligionarias le hacían llegar  a este notable escritor durante su cautiverio.
 
La amistad y el ingenio se forjan en las circunstancias más adversas. Entre otros muchos actos de heroísmo, las mujeres se las ingeniaron para hacer gelatinas con vodka lo cual ayudó a que José Revueltas escribiera su notable novela El apando a lo largo de un mes bajo la mirada de su compañero de celda, Martín Dozal.

(Dicha obra dio lugar a la película homónima dirigida por Felipe Cazals en 1975 y en la que actúa nuestro amigo José Carlos Ruíz interpretando el papel de El Carajo).

No faltó el caso de otro destacado miembro de la talentosa familia Revueltas -al que alude Diana Bracho- a quien obligaron hacer un breve paréntesis en la ingesta de alcohol, para que pudiera concluir su compromiso creativo.
 
Contaba mi papá (Julio Bracho) que a Silvestre (Revueltas), que era un genio, lo tuvieron que encerrar para que no tomara y escribiera la música para Redes, tenía que entregar la partitura para que la grabaran con la orquesta. Así que lo encerraron en Bellas Artes, en un salón de ensayo con un piano. Sólo le abrían la puerta, le metían la comida y le volvían a cerrar. “Hasta que no escribas la partitura no te vamos a dejar salir”, le decían. Creo que estuvo ahí tres días. Silvestre les gritaba: “¡Ábranme, tales por cuales!” Al final salió con la partitura... Eran muy buenos amigos.
 
Las historias con alcohol no siempre –es más, muy a menudo-  terminan bien. Octavio Paz presenta en su poema Pasado en claro (1974), citado por Héctor de Mauleón, una dolorosa evocación de la muerte trágica de su padre acaecida en 1934  
 
Del vómito a la sed
atado al potro del alcohol,
mi padre iba y venía entre las llamas.

Por los durmientes y los rieles
de una estación de rocas y de polvo
una tarde juntamos sus pedazos.

Los beneficios del alcohol son innegables tanto como las tragedias que puede ocasionar.

Cuestión de medida.

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