La división que existe entre quienes practican una fe
religiosa y aquellos que carecen de ella se manifiesta permanentemente,
explicitando dos maneras muy distintas de comprender la vida.
Por ello no es frecuente reparar en sus puntos de acuerdo que
más allá de convicciones y épocas,
reivindican el derecho –y la obligación- de rebelarse frente a la injusticia. Muchos
son los casos que podrían citarse y para dar un ejemplo recurrimos a san
Ignacio de Loyola y a José Saramago. Desde su fe, el fundador de la Compañía de
Jesús afirma: “Actúa
como si todo dependiera de ti, confía como si todo dependiera de Dios.”
Mucho
tiempo después desde su ateísmo y militancia comunista, José Saramago sostiene:
“Es que las miserias del mundo están ahí, y sólo hay dos modos de reaccionar
ante ellas. O entender que uno no tiene la culpa y por tanto encogerse de
hombros y decir que no está en sus manos remediarlo -y esto es cierto-, o bien,
asumir que aun cuando no está en nuestras manos resolverlo, hay que
comportarnos como si así lo fuera.”
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