No es secreto para nadie que los
variados intereses periodísticos suelen conducir a la manipulación y el
maquillaje del acontecer. Larga es la lista de quienes han resistido, tanto en
el pasado como en el presente, ante ello.
Hay periodistas muy reconocidos por la
lucha que emprendieron, pero también están aquellos que han pasado casi
inadvertidos y Héctor Cortés Mandujano nos acerca a la historia de uno de ellos.
(…) don Romualdo Moguel Orantes, un
hombre desesperado por iluminar con la verdad, su verdad, a todos. Nació el 16
de agosto de 1881, en Jiquipilas, y murió en Tuxtla el 16 de julio de 1956, "un
mes antes de cumplir setenta años de edad, y 33 años de fructífera actividad
periodística independiente" (José Luis Castro A. Lecturas históricas de
Chiapas. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 2006:169).
Su compromiso
con la verdad –siempre siguiendo el relato de Cortés Mandujano- lo llevó a
fundar su propio y peculiar periódico.
Sin embargo, la letra "era buena y
hasta podríamos llamarla bonita. La redacción a veces resulta(ba)
ininteligible, aunque (había) fragmentos absolutamente claros" (Íbid: 150).
Como no pudo ser de otra manera, el
periódico era fiel reflejo de su fundador, editor, cronista, impresor y
distribuidor; Héctor Cortés Mandujano presenta un perfil del mismo
Era don Ruma, de manera evidente, un
hombre enredado en la rebeldía social, harto de no leer lo que él pensaba debía
escribirse; un ser humano al límite, empeñado religiosamente en salir a diario
y distribuir en forma gratuita lo que daba vueltas en su intrincado laberinto
cerebral. Le faltaba, es obvio, cultura y lucidez. Pese a eso se le ha hecho baluarte
de periodismo honrado, en comparación con muchos periodistas de su tiempo y de
éste, pues su única intención era compartir su pensamiento: no buscaba
prebendas ni privilegios. "Era un hombre de aspecto distinguido y modales
elegantes; vestía impecable traje claro de dril, camisa limpia, chaleco y corbata;
siempre andaba con sombrero y usaba bastón (...); piel blanca, esbelto,
delgado, alto y erguido; barba negra y larga" (Íbid: 143). Al
encontrar a una persona digna de recibir su manuscrito, "le hacía una
pequeña caravana y le entregaba el papel".
Claro está que no faltaron las burlas,
tal como lo consigna Cortés Mandujano, que habitualmente cosechan estos
personajes tan singulares. “Pese a su atildada presencia y a su educación, dice
Montiel, a don Ruma le gritaban algunos jóvenes: ¡Don Ruma, cachetes con
pluma, barbas de espuma!” Sin
embargo eso no le hacía mella “y él seguía con su autoimpuesta
tarea de escribir, de repartir su palabra, de iluminar”. Rosario Castellanos supo
de la existencia tanto de don Ruma como de su periódico y en sus Cartas a
Ricardo –citada por el mismo Cortés
Mandujano- afirma
El loco más conspicuo de esta población
es un señor que tiene la manía de hacer un periódico manuscrito y regalarlo en
la plaza a quien lo solicite. Se llama “La Estrellita” o algo así y habla
indistintamente de Truman y las maestras normalistas, de Corea y la mala
costumbre de que las jóvenes usen tobilleras, del problema indígena y las
tertulias del hotel Bonampak.
Por su parte Roberto López Moreno señala
que el caso de la Estrellita de Oriente fue “único en el mundo —según
los límites de nuestro conocimiento—, escrito a mano por su autor, un
periodista ya desaparecido recordado por el nombre de ‘El tío Ruma’.”
Y tal como sucede habitualmente lo que
fue menospreciado en su tiempo, con el paso de los años alcanza alto valor de
mercado y al respecto dice López Moreno: “(…) según afirmaciones de la culta
dama huixtleca doña Elodia Molina, grandes empresas periodísticas extranjeras
han querido adquirir, al precio que sea, la colección completa de Estrellita
de Oriente, pero que por desgracia ésta ya no existe”.
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