Entre quienes no están familiarizados
con este tipo de exhibiciones, concurrir al Museo donde están las momias en la
ciudad de Guanajuato puede generar reacciones que se sitúan entre el asombro y
el rechazo. John Carlin aborda este tema y señala las diferencias que respecto
al tema de la muerte se presentan entre los mexicanos y sus vecinos del norte.
“¡Mira, mami,
mira!”. El niñito tira de la manga de su madre y señala el cuerpo sin vida
dentro de la caja de cristal. Un cuerpo que lleva muerto mucho tiempo, como la
mayoría de los que se exhiben en el Museo de las Momias y Salón del Culto a la Muerte en la ciudad
colonial de Guanajuato. El esqueleto consumido que tanto ha interesado al niño
está envuelto en los restos tiesos y amarillentos de lo que en tiempos era piel
viva. Pero la mandíbula de la calavera está suelta y forma una o redonda en la
boca que se une a los huecos en los que estaban los ojos para transmitir una
expresión de horror ciego, como la figura en el cuadro El grito, de
Münch.
“¡Mira, mami, mira, mira!”. “Sí, mi
hijito, sí”, responde la madre. “Así es. Así vamos a acabar”.
El museo está abarrotado, en su mayor
parte de familias atraídas por el descuento que se anuncia en taquilla (…) La
razón de que los cuerpos no estén descompuestos, explican con voz espectral los
ancianos guías, es que el suelo de Guanajuato, en otro tiempo la ciudad minera
que más plata producía del imperio español, contiene un nitrato que es un
embalsamador natural.
La mayoría de las momias son de hombres,
algunas son de mujeres (una de ellas, una mujer embarazada, con el feto reseco
todavía en su sitio) y seis o siete son niños, todos vestidos por sus padres
para la tumba con las túnicas que llevan las estatuas de los santos en los
altares de las iglesias. Mientras los niños vivos miran embobados, los guías
concluyen las visitas con una enseñanza que a pocos se les habrá escapado:
“Aquí”, señalan, “han tenido una clara representación del horrible destino que
nos espera”.
El Museo de las Momias no debe ser
motivo de temor para Disneyworld. Pese a la popularidad de México como destino
turístico en Estados Unidos, no es fácil que los padres estadounidenses
convenzan a sus hijos de que cambien la oportunidad de toparse con Mickey o
Goofy en Orlando por las posibilidades de educación temprana que proporciona
Guanajuato.
El hecho de que México y Estados Unidos
sean vecinos, que compartan una frontera de más de 3.000 kilómetros de
longitud, es tal vez una de las aberraciones en las que pensaba Gabriel García
Márquez cuando acuñó la expresión “los errores de Dios”. La diferencia más
clara está en el nivel de vida. Pero, como escribió Octavio Paz, “la diferencia
de veras básica es invisible; además quizá sea infranqueable”. Consiste en la
distinta relación que tiene la población de los dos países con el trabajo, el
juego, el amor y el poder, una relación condicionada en gran parte por las
actitudes de cada pueblo frente a la muerte. “Para los mexicanos, la muerte se
ve y se toca”, observa Paz. Para los estadounidenses es una cosa ausente, tabú.
Dicho
sea con todo respeto que es tal la curiosidad por ver a estas momias en otras
ciudades, que las mismas se han visto en la necesidad de salir a dar la vuelta,
tal como lo describe la crónica de Arturo Cruz Bárcenas.
En sendas carrozas fúnebres, 12 momias
de Guanajuato recorrieron ayer [29/8/2009] Paseo de la Reforma , luego de haber
sido expuestas en nueve ciudades de la República.
Al mediodía se las llevaron de la
explanada del Auditorio nacional, por Reforma, hasta la glorieta del Ángel de la Independencia. De
regreso las trasladaron por el camino que Maximiliano mandó construir para
Carlota; siguieron por Mariano Escobedo, Mazarik, Ferrocarril de Cuernavaca,
para llegar a Moliere, donde serán exhibidas en el foro Scotiabank, a partir
del 3 de septiembre.
El recorrido duró
poco más de una hora. La fila de las carrozas llamaba la atención de los
transeúntes. “¡Alguien se murió!”, gritó un transeúnte que caminaba sobre
Mazarik.
Pues sí, no le
faltaba razón al citado transeúnte (aunque hubiera sido pertinente aclararle
que la cosa no era de ahora); continúa la crónica de Cruz Bárcenas.
Varios jóvenes
saludaban desde las aceras. (...) La mayoría de los automovilistas hacían sonar
sus cláxones, en señal de protesta porque los vehículos fúnebres obstruían el
tránsito de los alrededores de Polanco.
Las momias de
Guanajuato es una muestra itinerante integrada por 24
piezas de la colección del museo ex profeso de la capital guanajuatense y por
12 del recinto similar de Celaya, la cual ha sido visitada por 900 mil
personas.
Estos restos están
asegurados en 24 millones de pesos. La intención de los organizadores es que,
en 990 metros cuadrados divididos en siete salas temáticas, se advierta la
relación mística de los mexicanos con la muerte.
Asimismo las momias de Guanajuato representan
una considerable fuente de ingresos para el estado, de tal forma que es posible
proponer una ligera variación al dicho popular: “uno no sabe para quién muere”.
Andrés Guardiola, en artículo publicado en Excélsior
el 6 de noviembre de 2012, da cuenta de la controversia que motivos económicos
tuvo lugar en relación a las momias de Guanajuato.
Las Momias de Guanajuato literalmente
continúan en el más allá. Son 36 los cuerpos momificados que están extraviados
en Estados Unidos, lo que propició un litigio para que los cuerpos regresen a
las vitrinas del Museo de las Momias.
En junio de 2011, el gobierno municipal
de Guanajuato vio por última vez los cadáveres, que fueron entregados a una
empresa privada para su exhibición en el extranjero.
Incluso la entonces regidora y hoy
diputada local priista, Érika Arroyo, insistía en que no había problema alguno,
pero han pasado más de cuatro años desde que Firma Corporativo, empresa del
yucateco Manuel Andrés Hernández Berlín, dejó de cumplir con la renta.
Ayer, el alcalde de Guanajuato, Luis
Fernando Gutiérrez, destacó que una de sus primeras tareas es la recuperación
legal del patrimonio de los guanajuatenses, a pesar de que no lleva ni un mes
en el cargo.
“El caso está en tribunales y es
cuestión de juzgados y de cuestión jurídica. Por supuesto que para esta
administración lo más importante es que las momias estén de regreso.”
Sin embargo, continúa la nota, la
solución en ese momento no parecía demasiado sencilla.
Pero el empresario defraudador está
desaparecido, incluso había puesto en prenda propiedades en Yucatán, las cuales
luego se comprobó que no eran de su propiedad.
El 29 de mayo de 2011, Excélsior informó que 36 momias de las
111 que conserva Guanajuato se encuentran extraviadas en Estados Unidos y que
las utilidades que se esperaba recibir por su exhibición no han sido entregadas
al municipio.
Un total de 24 cadáveres fueron
entregados a Firma Corporativo en 2007 por el anterior munícipe, el panista
Eduardo Romero Hicks para ser exhibidos a través de México, pero dos años más
tarde el contrato se amplió a 36 momias y la posibilidad de sacarlas del país,
en diferentes ciudades de Estados Unidos.
Una vez con el contrato, la firma del
yucateco signó un nuevo negocio, pero en Estados Unidos, con el Detroit Science
Center para itinerar la colección de cuerpos momificados por ese país.
La cantidad que se esperaba obtener [era
de] al menos 240 mil dólares por año, de los cuales Guanajuato no ha recibido
un centavo, por lo que ya se inició un litigio en contra de Hernández Berlín.
El cronista concluye su nota
transcribiendo la información que le proporcionara el director del museo.
Por su parte, el Director del Museo de
las Momias de Guanajuato, Juan Carlos Ruiz Santoscoy, destacó que las momias en
litigio son parte de un lote que no era exhibido:
“Son cuerpos de jóvenes y adultos que
teníamos en un área de conservación, estaban guardados (en el mismo estado se
tienen 20 más), nuestra exposición cuenta con 56.
“Los mejores conservados y que están más
completos salieron a la exposición itinerante, el cuerpo más viejo data de hace
140 años, y de ahí hasta la más reciente es de hace 26 años”, agregó.
Una muestra más, entre tantas, de los vínculos tan estrechos entre el mexicano y la muerte.
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