Con frecuencia se hace alusión a la
relación tan particular que tiene el mexicano con la muerte y que se manifiesta
de muchas maneras. Sin embargo Víctor Hugo Rascón Banda –en momentos en que atravesaba
un severo quebranto de salud- señalaba que nos falta mucha formación en tan
trascendente materia.
Desde niños deberían enseñarnos que la
vida es breve.
Así como en la primaria estudiamos
geografía, historia, matemáticas y español, debería haber una materia, o un
capítulo cuando menos, en el libro de biología o de civismo, en el que los
maestros nos mostraran las aves, las flores, y nos dijeran que la vida es muy
corta.
En biología nos enseñan que las plantas
nacen, crecen, se reproducen y mueren, pero no nos dicen que también los seres
humanos mueren y que la vida es tan breve como un parpadeo.
Y luego comparte su experiencia al
respecto subrayando la importancia que adquirió la literatura en ello. “Desde
la secundaria, yo memoricé las Coplas de Jorge Manrique por la muerte de
su padre, pero no la versión corta que viene en los libros de texto de español,
sino todas las cuarenta coplas.” Y al cabo de los años, en una coyuntura muy diferente
a la de sus años de alumno de secundaria, las evocaba.
Ahora, en el hospital, me entretengo
recordándolas. Hay unos versos que particularmente repito, porque sintetizan
mis reflexiones:
Recuerde el
alma dormida,
avive el seso y
despierte,
contemplando
cómo se pasa la
vida,
cómo se viene
la muerte
tan callando,
cuán presto se
va el placer,
cómo, después
de acordado,
da dolor,
cómo, a nuestro
parecer,
cualquiera
tiempo pasado fue mejor...
No se engañe
nadie, no,
pensando que ha
de durar
lo que espera,
más que duró lo
que vio
porque todo ha
de pasar
por tal manera.
Así queda formulada la invitación de
Víctor Hugo Rascón Banda en el sentido de tener más presente la existencia de
la muerte, con la intención de disfrutar más sabiamente de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario