jueves, 8 de septiembre de 2016

Desinspiración


Sí, tengo claro que la palabra no existe y el corrector automático la subraya con rojo pero con ella quiero aludir a ese momento en que el escritor (tal como le sucede al pintor, escultor, artesano y otros orfebres de la creación) se encuentra bloqueado. Y por más que se esfuerza, busca, reflexiona…, nomás no. No aparece nada; a esta coyuntura Rosa Montero la identifica como la “pájara”.

Para hacer un buen artículo periodístico, o por lo menos para hacer uno pasable, es necesario que la columna contenga, como poco, una idea, a ser posible original. De manera que pones el huevecillo de un pensamiento propio y, hala, ancha es Castilla, luego vas rellenando líneas hasta el final. Pero hay días de plomo en los que no se te ocurre ni una maldita cosa, ni siquiera un guisante de idea, ni una simple fruslería cogitante. Agitas la cabeza y allá dentro retumban y rebotan dos neuronas resecas, perdidas en mitad de la negrura cerebral; y por más que las estrujas no logras obtener ni una sola palabra digna de ser escrita. Porque bastaría con encontrar una palabra verdadera, una de esas palabras capaces de nombrar el nombre de las cosas; pero hay días polvorientos en los que todas las frases se vacían.
Cuando te da una pájara de este tipo, normalmente te lanzas con avidez bulímica a los periódicos, a las radios, a las televisiones, buscando una noticia que haga florecer en ti una palabra propia.

Este vacío no es exclusivo de entornos profanos; también se hace presente en ámbitos religiosos. Santa Teresa –tal como lo señala Jaime Barylko- habla de “sequedades”.

Recuerdo que en mi juventud leía yo Las Moradas de Teresa de Jesús, donde la mística española se lamentaba de caer en períodos desprovistos de toda savia inspiradora; “sequedades” los llamaba. Es cuando todo lo tienes, pero lo esencial, la savia, el fluido de la vida, te falta. Buber le dice “el eclipse de Dios”.

Aunque suene a simple consuelo es posible que a esos períodos infértiles les sigan momentos de notable creación; es más, tal vez sean parte esencial de ellos.

Por otro lado, hay lectores que son tan fieles a sus escritores preferidos que también los acompañan en sus horas bajas. Tan sólo por ello convendría que los autores no tiraran la pluma aun cuando ganas no les falten.

1 comentario:

Unknown dijo...

Es justo lo que buscaba, ahora tome esta ideología que me vuelve alguien inspirado, pero luego inspiración desaparece, me desfavorece e intento recuperarla. Vuelve todo en un mismo sentido, a un mismo sentimiento, quizá mejor, quizá peor, pero llega. La desinspiración es el desfavor de la intriga