Sí, tengo claro que la palabra no existe y el corrector automático
la subraya con rojo pero con ella quiero aludir a ese momento en que el escritor
(tal como le sucede al pintor, escultor, artesano y otros orfebres de la
creación) se encuentra bloqueado. Y por más que se esfuerza, busca, reflexiona…,
nomás no. No aparece nada; a esta coyuntura Rosa Montero la identifica como la “pájara”.
Para
hacer un buen artículo periodístico, o por lo menos para hacer uno pasable, es
necesario que la columna contenga, como poco, una idea, a ser posible original.
De manera que pones el huevecillo de un pensamiento propio y, hala, ancha es
Castilla, luego vas rellenando líneas hasta el final. Pero hay días de plomo en
los que no se te ocurre ni una maldita cosa, ni siquiera un guisante de idea,
ni una simple fruslería cogitante. Agitas la cabeza y allá dentro retumban y
rebotan dos neuronas resecas, perdidas en mitad de la negrura cerebral; y por
más que las estrujas no logras obtener ni una sola palabra digna de ser
escrita. Porque bastaría con encontrar una palabra verdadera, una de esas
palabras capaces de nombrar el nombre de las cosas; pero hay días polvorientos
en los que todas las frases se vacían.
Cuando
te da una pájara de este tipo,
normalmente te lanzas con avidez bulímica a los periódicos, a las radios, a las
televisiones, buscando una noticia que haga florecer en ti una palabra propia.
Este
vacío no es exclusivo de entornos profanos; también se hace presente en ámbitos
religiosos. Santa Teresa –tal como lo señala Jaime Barylko- habla de “sequedades”.
Recuerdo
que en mi juventud leía yo Las Moradas
de Teresa de Jesús, donde la mística española se lamentaba de caer en períodos
desprovistos de toda savia inspiradora; “sequedades” los llamaba. Es cuando
todo lo tienes, pero lo esencial, la savia, el fluido de la vida, te falta.
Buber le dice “el eclipse de Dios”.
Aunque
suene a simple consuelo es posible que a esos períodos infértiles les sigan
momentos de notable creación; es más, tal vez sean parte esencial de ellos.
Por
otro lado, hay lectores que son tan fieles a sus escritores preferidos que
también los acompañan en sus horas bajas. Tan sólo por ello convendría que los
autores no tiraran la pluma aun cuando ganas no les falten.
1 comentario:
Es justo lo que buscaba, ahora tome esta ideología que me vuelve alguien inspirado, pero luego inspiración desaparece, me desfavorece e intento recuperarla. Vuelve todo en un mismo sentido, a un mismo sentimiento, quizá mejor, quizá peor, pero llega. La desinspiración es el desfavor de la intriga
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