martes, 6 de septiembre de 2016

Historia y meteorología


El clima tiene que ver –y mucho más de lo que se podría suponer- con los diferentes movimientos sociales; Ildefonso Julio Zavalla invita a considerar el punto con mayor detenimiento.

Aún no hemos hecho debida justicia a la lluvia, el viento, el frío y el granizo. Fenómenos vulgares, cierta­mente, que suelen fastidiar al hombre cuando se repiten con excesiva frecuencia o se mantienen con absurda pertinacia. Pero olvidamos que la lluvia no sólo sirve para mojar la tierra, y el viento para levantar polva­redas. Otra misión cumplen, con el frío, y es la de su influencia en los destinos de la humanidad.

Desde esta perspectiva, la lluvia –de acuerdo con Zavalla- es un fiel aliado del poder y cuanto más intensa más funcional a los intereses de los gobernantes en turno.

La Fayette evidenció ser un fino meteoropsicólogo cuando dijo a Luis XVI, inquieto por la agitación de la muchedumbre:
-Podéis dormir tranquilo, señor. No habrá des­órdenes: llueve...
Cosa bien probada es ésta: la ducha celestial es el calmante soberano para las agitaciones de la multitud. (…) Bajo agua no hay sublevaciones, ni turbas incendiarias. Con la cabeza mojada no nacen las revoluciones. Se resfrían, estornu­dan... Todo esto requiere tiempo seco y cielo limpio…

Por otra parte, sostiene Ildefonso Julio Zavalla, el viento ha tenido un papel fundamental en el devenir histórico.

El viento juega también su papel histórico. Si las carabelas de Colón no hubieran sido empujadas hacia el sur, quién sabe cuántos años habrían transcurrido antes de que otro navegante nos descubriera...
Fue una gran tempestad la que destruyó la armada invencible. Y por eso dijo Felipe II, con honda amargura:
-Yo mandé mis barcos a luchar contra los hom­bres, pero no contra el viento, el frío y las olas.
Y gracias a ese viento terrible que encrespó el mar y dio cuenta de las naves españolas, se abrió para Inglaterra la edad de su grandeza. ¿Cuál fue, por ejemplo, el acontecimiento más importante de la guerra de los 30 años? La muerte de Gustavo Adolfo. ¿Y quién lo mató? La niebla. En ella se extravió hasta caer en campo enemigo.

Asimismo los fenómenos de la naturaleza también gravitan -¡y vaya de qué forma!- en los destinos individuales tal como lo ejemplifica Zavalla: “¿Por qué se hizo monje Martín Lutero y luego sus teorías conmovieron al mundo entero durante siglos? Pues porque salvó su vida de un rayo, e hizo la promesa de dedicarse a la religión.”

Más conocida es la influencia del frío en los procesos históricos y a ello también alude el autor citado.

¿Por qué sucumbió la famosa flota holandesa ante el ejército francés, y la caballería, -¡la caballería!-, de Pichegrú pudo tomar a las naves por asalto? Pues, por­que hacía frío, y el hielo inmovilizó a la flota.
El frío derrotó a Napoleón en Rusia, y el frío, pues, marcó el comienzo de la decadencia del gran corso.
¿Cuál fue el verdadero origen de la Revolución Francesa? Dígase lo que se quiera en cuanto a causas políticas y sociales, pero lo cierto es que sin frío no hubiera habido revolución. Frío y granizo desde los Pirineos a Flandes, con ruina y desolación; frío que acabó con todas las cosechas y saturó de hambre, mise­ria y rebelión al pueblo entero.

Una síntesis de lo anterior le permite a Ildefonso Julio Zavalla enunciar conclusiones que los analistas políticos deberían tener en mayor consideración.

El frío es revolucionario, pues; el viento, oportu­nista; y la lluvia, conservadora. El frío está con el pueblo y la lluvia con el gobierno. El frío y el granizo sacan de la casa al hambriento, y la lluvia lo mete dentro. Si la lluvia es más fuerte que el frío, no hay revolución. Pero si el tiempo seca, caen las Bastillas y comienzan a funcionar las guillotinas.

Por tanto sería conveniente que a las habituales mesas de análisis y debate del acontecer además de los politólogos se invite a los expertos en meteorología que al parecer tienen mucho que aportar.

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