jueves, 17 de noviembre de 2016

Pruebas


Hubo épocas en que las pruebas contra los acusados de diversos delitos solían ser fabricadas con total arbitrariedad y a los inculpados se los sometía a inenarrables torturas que quebraban cualquier resistencia hasta que llegaban a aceptar su inexistente culpabilidad. Luis Melnik ilustra el punto con el caso de las denominadas brujas.

En tiempos de los primitivos anglosajones existía una práctica por decisiones "sobrenaturales" para dirimir cuestiones criminales, sometiendo al acusado a pruebas físicas, convencidos como estaban que Dios defendería al recto, con un milagro, si fuese necesario. Algunas pruebas sugerían arrojar a supuestas brujas al curso de un río caudaloso. Si se ahogaban, era prueba irrefutable de que eran culpables de ser brujas. Si se salvaban, no había duda alguna de que eran brujas. Recién en el siglo XII se suspendieron estos juicios, aunque no para las brujas que, como se vio, siempre perdían.

La violencia e irracionalidad con que actuaban los representantes de la justicia  era patente; Melnik proporciona más ejemplos de ello.

Otra forma de juicio era introducir la mano del acusado en agua hirviendo y otorgarle el perdón si no salía cocinada. Otro juicio llamado Judicium Crucis, era parar frente a una gran cruz al acusado y al acusador. El primero que se movía, perdía el juicio. Estas parodias de juicio, también llamados "juicios de Dios" en una invocación espantosa, se dirimían a veces por duelo, sorteo, fuego o hierro candente.

Las formas más burdas de inventar culpables son historia. Pero suponer que nada de esto acontece actualmente sería de una inocencia estremecedora ante la siembra de evidencias o la impunidad comprada con dinero.

Así las cosas, no estamos como para reírnos de lo que acontecía en el pasado.

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