El reconocido
doctor Gregorio Marañón advertía un gran riesgo en que el médico únicamente se
dedicara a temas de su especialización.
Unas
palabras sobre otro tema en permanente discusión: el de si en la preparación
del médico deben entrar conocimientos ajenos a la Medicina. No me refiero a las
ciencias auxiliares que se extienden desde los idiomas hasta las matemáticas,
sobre cuya necesidad nadie puede discutir. Pero yo creo importante que, además,
el hombre de ciencia en general y, desde luego, el médico, posea una afición
concreta y activa por alguna otra actividad del espíritu al margen de su
habitual ocupación. Claro que debe hacer uso discreto y no pedantesco de ella;
pero yo hablo sólo para discretos y no para pedantes.
Marañón
atribuía mucha importancia a esta otra actividad en la que se ocupara el galeno
lo que sería como “el jardín junto a la fábrica”. La utilidad de ello no sólo
reposa en los beneficios que representa para la salud espiritual del
profesional sino que le ayudará a eludir conflictos con sus colegas porque –continúa
Gregorio Marañón- así
(…) se
evitará el feo pecado, tan frecuente en el científico puro, de la mezquindad de
espíritu y la rivalidad llevadas hasta la cominería. Quien tiene toda, toda su
vida polarizada en una ocupación, y en una ocupación tan propicia a la rencilla
como el descubrimiento, modelará su alma en el detalle, a veces microscópico,
que persigue; y acabará por convertirlo en fin y norma de su vida. Nada más
desagradable que esos sabios envidiosos que viven en perpetuo acecho de los
tropiezos de los demás y, entre ellos, en permanente rivalidad de plazuela. El
sabio, en cambio, que además de su ciencia sabe tocar el violín, es probable
que se sienta inquieto por los violinistas, pero mirará, seguramente, a los
otros investigadores con generosidad. Esto es progreso moral y debemos fomentarlo.
Y como si lo anterior fuera poco, esta dedicación a
otras actividades además mejora la propia práctica del médico, tal como lo
afirmara el doctor Théodore Darlymple quien –citado por Simon Leys- “observaba
que, entre dos médicos de una misma cualificación profesional, él tendría más
confianza en el que leyera a Chejov” (lo que no se restringe al campo médico y
por ello agrega Leys: “Y por mi parte, añadiría: si cometo un crimen, desearía
que mi juez fuese un lector de Simenon”).
El doctor Oliver Sacks también se ocupa de este tema,
“(…)
a Nietzsche (…) le encantaba Bizet, y en una ocasión escribió: ‘Bizet me hace
ser mejor filósofo’.” Y concluye Sacks “en mi opinión Mozart me hacía ser mejor
neurólogo (…)”
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