martes, 14 de febrero de 2017

Los cambios en las preferencia femeninas


De acuerdo con Wimpi el “standard” de las preferencias femeninas en cuanto a varones se refiere, ha ido variando con el paso del tiempo.
Primero, antes del año mil, fueron los mártires del Cristianismo, con su vocación tremenda de renunciamiento y sacrificio quienes fijaron el ideal de “hombre interesante”.
Aquellos que más se parecían a los santos eran quienes suscitaban la admiración que formalizábase, luego, en el amor típico de aquel viejo tiempo.

Sin embargo ya por aquellos entonces lo permanente era el cambio.
Pero llegó un momento en que ya no tuvo fuerzas para inspirar amores aquel valor, también típico, entonces, que se llamaba sacrificio.
Fueron retirándose hacia los altares y enfriándose en imágenes los inmolados por su fervor.
Y perdiendo interés quienes les habían imitado.
Las mujeres desdeñaron, siguiendo un poco la moda, a los santos como modelos; y a los que siguieran su ejemplo como amantes.
Porque el hervor victorioso de los pueblos germánicos transformó aquella forma típica del valor hasta entonces, que había sido la del sacrificio, en otra forma del valor: la del heroísmo.
Y las mujeres se apartaron de los santos, para inclinarse hacia los héroes. El heroísmo era una mezcla restellante de sacrifico –porque había nacido de él, pero también de violencia.
Se amó la rudeza del señor.

Con el transcurrir del tiempo aquel ideal -siempre siguiendo a Wimpi- también se vería sustituido.
Pero allá en los comienzos del siglo XII se produce una brusca transición en las preferencias femeninas.
Salen los trovadores a los caminos y fundan… la gracia.
Las mujeres empiezan a rebelarse contra las violencias de sus maridos.
Los maridos no se dan cuenta y, escudados en su condición de héroes, siguen groseros y rudos hasta muy después de haberse operado aquella transición de valores para la mujer.
Los juglares captan ese drama y lo cantan, en las fiestas del castillo, frente al mismo señor que, envanecido de su fuerza, no comprende.
Las mujeres empezaron a presentir que iba a gustarles otra cosa, cuando todavía estaban en poder de quienes habían empezado a no gustarles.
Y cuando una mujer le fue infiel al marido –rudo caballero- con el suave juglar que le había cantado al oído la villanela dulcísima, la Corte de Amor de Leonor de Aquitania –estas Cortes de Amor, integradas por damas maduras eran las que fallaban en los conflictos amorosos- le dio la razón a la adúltero y afirmó en pleno siglo XII que el verdadero amor no es compatible con el matrimonio.
Y es que la mujer había sustituido, en sus preferencias, al valor del heroísmo por el valor de la gracia.
Primero, pues, fue el sacrificio, después el heroísmo, después, aún la gracia. (…)
Las mujeres tuvieron, pues, en la Historia, de qué enamorarse: sacrificio, heroísmo, gracia.

Al terminar su recorrido histórico, Wimpi concluye el análisis
Pero, ahora, uno piensa que por su parte, la mujer más heroica de todos los tiempos, es, sin duda alguna, la de éste.
Porque no tiene nada de qué enamorarse de nosotros y, sin embargo… ¡no ve la hora de irse a anotar…!

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