jueves, 16 de marzo de 2017

Cuando el arte pasa desapercibido


Hay obras de arte que imponen respeto de por sí, mientras otras únicamente son valoradas por quienes le saben a ese asunto y podrían pasar sin llamar la atención –cuando no ser tachadas de estorbosas- para un buen sector de la población. Y en relación al arte contemporáneo abundan casos en que alguna instalación fue desinstalada por personas encargadas de la limpieza que procuraban hacer su trabajo a conciencia.

Veamos un ejemplo de ello sucedido hace algunos años. La crónica es de Juan Gómez.

(Berlín, 4/11/2011). Una mano de estropajo que vale 800.000 euros. Al considerarla sucia y tratar de adecentarla, una empleada de la limpieza del museo Ostwall, en Dortmund, dañó una obra tasada en dicha cantidad. Se trata de una torre de 2,5 metros montada con tablas de madera por el artista alemán Martin Kippenberger, que la completó colocando una artesa de goma negra entre sus cinco pies. A la limpiadora le pareció que la capa de una "sustancia clara" que cubría la artesa debía ser mugre acumulada desde su creación en 1987. Creyendo que cumplía su obligación, la subcontratada dedicó un buen rato a fregarla.

Seguramente la protagonista del evento llegó a su casa con comentarios de este tenor: “¿quién los entiende?..., ¡una hace su trabajo y todavía encima termina regañada!”, “me dijeron que esos desperdicios son arte, que cuestan una fortuna… ¡seré tonta pero eso no me lo trago!”, “si vienen por casa les puedo ofrecer algunas cosas más lindas y se las dejaría mucho más baratas”, etc.

Volvamos a los hechos.

La portavoz del ayuntamiento de Dortmund Dagmar Papajewski no cree que pueda "recuperarse el estado original de la obra". Es un préstamo de un coleccionista que no quiere ser identificado. Por fortuna para el Ostwall y para la limpiadora, la pieza está asegurada. La indignación de Kurt Wettengl, director del Ostwall, es comprensible, porque la reputación de su Museo será más difícil de limpiar.
La compañía de seguros ya ha sido informada del caso, sucedido el 20 de octubre pasado. Los peritos creen que el único daño sufrido por Cuando empiece a gotear a través del techo (Wenn's anfängt durch die Decke zu tropfen) es la pérdida de la pátina clara que cubría los bordes y los lados de la artesa. (…)
Se plantea preguntas delicadas: ¿Se puede seguir exponiendo la obra? ¿Está completa? ¿Habrá que advertir al visitante del museo de la pérdida de la pátina en la palangana? ¿Devolverle el dinero de la entrada si se siente decepcionado? De momento, permanece en la exposición. Su autor murió en Viena en 1997. Nació en 1953, precisamente en Dortmund.

Por supuesto que -prosigue Juan Gómez en su relato- la firma involucrada quiso deslindar su responsabilidad. “La empresa de servicios de limpieza contratada por el museo no se explica cómo pudo suceder. Aseguran que los encargados de la limpieza tienen instrucciones de no acercarse a las obras a menos de 20 centímetros.”

Como señalamos al inicio de estas líneas, la situación no es novedosa. “Había precedentes. Como el célebre Rincón de grasa de Josef Beuys, que unos limpiadores de la Academia de las Artes de Düsseldorf fregaron en 1986” (en México podríamos decir que la “fregaron” literalmente).

El final de la nota es previsible: “muchos verán en este suceso la confirmación de sus prejuicios contra el arte contemporáneo.” Sin embargo, “la obra está asegurada en 800.000 euros y, como sabe cualquiera que haya tratado con una multinacional de seguros, éstas se cuidan mucho de regalar nada cuando tasan los bienes de sus clientes”.

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