Hay obras de arte que imponen respeto de
por sí, mientras otras únicamente son valoradas por quienes le saben a ese
asunto y podrían pasar sin llamar la atención –cuando no ser tachadas de
estorbosas- para un buen sector de la población. Y en relación al arte
contemporáneo abundan casos en que alguna instalación fue desinstalada por personas encargadas de la limpieza que procuraban
hacer su trabajo a conciencia.
Veamos un ejemplo de ello sucedido hace
algunos años. La crónica es de Juan Gómez.
(Berlín, 4/11/2011). Una mano de
estropajo que vale 800.000 euros. Al considerarla sucia y tratar de
adecentarla, una empleada de la limpieza del museo Ostwall, en Dortmund, dañó
una obra tasada en dicha cantidad. Se trata de una torre de 2,5 metros montada
con tablas de madera por el artista alemán Martin Kippenberger, que la completó
colocando una artesa de goma negra entre sus cinco pies. A la limpiadora le
pareció que la capa de una "sustancia clara" que cubría la artesa
debía ser mugre acumulada desde su creación en 1987. Creyendo que cumplía su
obligación, la subcontratada dedicó un buen rato a fregarla.
Seguramente la protagonista del evento
llegó a su casa con comentarios de este tenor: “¿quién los entiende?..., ¡una
hace su trabajo y todavía encima termina regañada!”, “me dijeron que esos
desperdicios son arte, que cuestan una fortuna… ¡seré tonta pero eso no me lo
trago!”, “si vienen por casa les puedo ofrecer algunas cosas más lindas y se
las dejaría mucho más baratas”, etc.
Volvamos a los hechos.
La portavoz del ayuntamiento de Dortmund
Dagmar Papajewski no cree que pueda "recuperarse el estado original de la
obra". Es un préstamo de un coleccionista que no quiere ser identificado.
Por fortuna para el Ostwall y para la limpiadora, la pieza está asegurada. La
indignación de Kurt Wettengl, director del Ostwall, es comprensible, porque la
reputación de su Museo será más difícil de limpiar.
La compañía de seguros ya ha sido
informada del caso, sucedido el 20 de octubre pasado. Los peritos creen que el
único daño sufrido por Cuando empiece a
gotear a través del techo (Wenn's
anfängt durch die Decke zu tropfen) es la pérdida de la pátina clara que
cubría los bordes y los lados de la artesa. (…)
Se plantea preguntas delicadas: ¿Se
puede seguir exponiendo la obra? ¿Está completa? ¿Habrá que advertir al
visitante del museo de la pérdida de la pátina en la palangana? ¿Devolverle el
dinero de la entrada si se siente decepcionado? De momento, permanece en la
exposición. Su autor murió en Viena en 1997. Nació en 1953, precisamente en
Dortmund.
Por supuesto que -prosigue Juan Gómez en
su relato- la firma involucrada quiso deslindar su responsabilidad. “La empresa
de servicios de limpieza contratada por el museo no se explica cómo pudo
suceder. Aseguran que los encargados de la limpieza tienen instrucciones de no
acercarse a las obras a menos de 20 centímetros.”
Como señalamos al inicio de estas
líneas, la situación no es novedosa. “Había precedentes. Como el célebre Rincón de grasa de Josef Beuys, que unos
limpiadores de la Academia de las Artes de Düsseldorf fregaron en 1986” (en
México podríamos decir que la “fregaron” literalmente).
El final de la nota es previsible: “muchos
verán en este suceso la confirmación de sus prejuicios contra el arte
contemporáneo.” Sin embargo, “la obra está asegurada en 800.000 euros y, como
sabe cualquiera que haya tratado con una multinacional de seguros, éstas se
cuidan mucho de regalar nada cuando tasan los bienes de sus clientes”.
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