martes, 28 de marzo de 2017

Cuando el día de mañana es hoy


Es curioso observar como muchos personajes que forman parte de los sectores dirigentes (políticos, empresariales, informativos, culturales, etc.) al advertir las enormes amenazas del presente se pregunten: “¿cómo llegamos a esto?” La pregunta implica por una parte una supuesta falta de responsabilidad en relación a lo que acontece, así como por otro lado un desconocimiento mínimo de análisis coyuntural.

Tal vez las neurociencias, hoy tan de moda, puedan explicar a qué se debe esta falta de conciencia. Según Facundo Manes: “Existe un tipo de paciente con disfunción emocional, que (…) presenta miopía del futuro en su toma de decisiones, al privilegiar la recompensa inmediata, aunque esto repercuta negativamente a largo plazo.” Para ilustra el punto presenta un ejemplo cotidiano.

Un adicto grave puede comprender que el consumo intenso de droga posiblemente le traiga problemas sociales, laborales, económicos y familiares a largo plazo, pero, sin embargo, no puede resistir la tentación de la recompensa inmediata que le proporciona el consumo de la sustancia. Esto no se explica por dificultad en la racionalidad o comprensión sino por una disfunción emocional que impacta desventajosamente en las decisiones a largo plazo.

El mismo doctor Manes hace el recorrido que permite pasar del síndrome individual a la esfera social.

Digamos, entonces, que la miopía del futuro no es solo una manera de definir un fenómeno neurológico. Algunas sociedades también parecen padecerla. Muchas veces, como sociedad, elegimos lo que nos brinda una satisfacción inmediata e hipotecamos en el mismo gesto nuestro destino común y el de las próximas generaciones.

En relación a ello nos parece importante subrayar que aun cuando lo anterior pueda clasificarse como mal de época, existen responsabilidades por parte de quienes han ejercido (y ejercen) el poder por lo que deben asumir las consecuencias de sus acciones.  Por otra parte, es posible que quienes tuvieron miopía del futuro (por ejemplo al beneficiarse de mala manera de los bienes públicos) también la tengan respecto al pasado (al pretenderse inocentes de sus actos).

La miopía del futuro ignora las consecuencias lógicas de las conductas, tal como lo señala M.J. Wheatly.

El futuro no llega de improviso, aunque lo parezca. El futuro procede de donde estamos ahora. Se materializa a partir de las acciones, los valores, y las creencias que actualmente ponemos en práctica. Cada día creamos el futuro, a partir de lo que elegimos. Si queremos un futuro diferente, tenemos que asumir la responsabilidad de lo que hacemos en el presente.

Por ello resulta muy mal negocio –para decirlo en una terminología propia de nuestro tiempo- permitir que los diversos problemas (injusticia, corrupción, impunidad…) se vayan acumulando sin respuesta alguna mientras se van facturando al futuro.

Ante ello es fundamental considerar -como más de un autor lo ha señalado- que el futuro tiene una rara costumbre y es la de que algún día se hace presente. Al decir de Rosa Règas: “Llega inexorablemente el momento en que aquel futuro tan descuidado nos acecha y nos damos cuenta de que el día de mañana ya es hoy.”

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