No es fácil prescindir de ellas y
hacerlas a un lado, pero a veces ¡qué poco ayudan a entender! Me refiero a las
categorías habituales en que se divide a los sectores políticos. Está el caso
de: izquierda-derecha que seguramente en algún momento -desde tiempos de la
Revolución Francesa- fue útil pero que hoy aclara muy poco, tal como lo pone de
manifiesto Gabriel Zaid
Ni la izquierda ni la derecha son el
bien (o el mal). Se puede estar bien o mal en esto o en aquello, pero no se
puede ser el bien o el mal.
Ni la izquierda ni la derecha son el
valor absoluto que se enfrenta al antivalor absoluto. Hay valores que defiende
la izquierda, valores que defiende la derecha y valores que pasan de unas
banderías a otras. Por eso, el ontologismo produce confusiones. Si todo lo
bueno para la sociedad tiene que ser de izquierda y resulta que en tal caso lo
bueno es lo que defendía la derecha, ¿lo reaccionario se convierte en
revolucionario?
Algo parecido acontece con otra pareja
antagónica: liberales-conservadores; el mismo Zaid presenta situaciones
concretas al respecto.
Abundan los ejemplos de valores
conservadores abanderados hoy (o en algún otro momento) por la izquierda: La
conservación de la naturaleza, de las especies, del ambiente. La conservación
de las lenguas, de los clásicos, de las tradiciones, de los usos y costumbres.
La conservación de lugares, monumentos, obras de arte, libros, objetos y
documentos históricos. La conservación de la vida y la salud física y espiritual.
La conservación de los valores religiosos, familiares, patrióticos. La
conservación de la identidad nacional frente a los Estados Unidos, las
trasnacionales y el darwinismo global.
No es menor la confusión en torno a: progresistas-retrógradas.
Para referirse a ello, Gabriel Zaid evoca a Leszek Kolakowski quien “se
adelantó a la incertidumbre que estaba por llegar publicando un credo personal
donde integra ideales conservadores, liberales y socialistas.” Y añade que
Kolakowski “recuerda una frase que escuchó en un tranvía repleto de la Polonia
comunista. El conductor les dijo: Por
favor, avancen hacia atrás.” En relación a ello algún otro autor ha
señalado que “el futuro está en el pasado”, aludiendo de esa manera a la
existencia de trabajos más estables, nivel de la escuela pública, regímenes
jubilatorios, sistemas de salud pública, etc.
Hay quienes consideran que en estos
tiempos -en que tantos políticos se enriquecen inexplicablemente- la honradez deviene en valor revolucionario. Así
las cosas, emerge una nueva clasificación: la que discrimina entre honestos y
corruptos.
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