martes, 23 de mayo de 2017

Latencias en política


En su libro Puro teatro y algo más (Barcelona, Alba Editorial, 2002) Fernando Fernán Gómez dicta cátedra acerca del tema teoría de las latencias. Pasemos a ver.
Algunos psicólogos opinan que los individuos tienen un determinado carácter, más o menos destacado, ostensible, pero también otros muchos caracteres latentes, que no se han desarrollado. En cuanto al oficio de actor, esto se llama “teoría de las latencias”. En este oficio podemos percibir, si llevamos el método Stanislavsky a sus últimas consecuencias, que hay diversas personas en la misma persona.
Interpretando de dentro afuera, un actor pobre puede incorporar el personaje de un rico sin simulación, sin recurrir a datos externos, porque él podría haber sido rico -por ejemplo, si le hubiese tocado la Lotería- y se habría comportado como tal; y esa posibilidad ha quedado en él latente. Este actor pobre, cuando se ve en el trance de incorporar al hombre rico, hurga, rebusca dentro de sí -no en el subconsciente sino en el consciente- hasta conseguir que aflore el personaje que habría sido si veinte años atrás le hubiese tocado la Lotería.
Al salir del teatro la función continúa y sólo los expertos pueden distinguir al actor de quien no lo es, “(…) que todos somos comediantes, ya lo dijo el latino; y que el mundo era teatro, también. Pero no se trata de que el hombre común finja, como el actor, sino que este hombre común cambia, se transforma, sin fingir.” Sin embargo, al imponer papeles muy exigentes a veces la vida parece estar más sobreactuada que el propio escenario. “Este hombre riquísimo, una de las mayores fortunas del país, es hijo de un pobre, un vendedor de periódicos, que con grandes esfuerzos consiguió darle la carrera de Derecho. ¿Es ahora el mismo hombre que cuando a los veinte años era un estudiante pobre, hijo de un pobre? No.”
Sostiene Fernán Gómez que Hermann Hesse también incursionó en la materia dado que “en unas bellísimas páginas de El lobo estepario desarrolla algo muy parecido a la teoría de las latencias. El protagonista siente que dentro de sí hay otras muchas personas que no han llegado a realizarse.”
Como los políticos tienen mucho que ver con el oficio de las tablas, tal vez haya sido una especie de solidaridad gremial la que condujo a que Fernando Fernán Gómez saliera en su defensa.
No debemos, por consiguiente, pensar que cuando un político, un gobernante al llegar al poder hace lo contrario de lo que ha prometido es un felón, un traidor, un hipócrita.
No nos ensañemos con los desdichados políticos, tan expuestos a todos los peligros, a todas las agresiones, desde las caricaturas de los humoristas gráficos hasta las balas de los asesinos a sueldo o de los fanáticos.
Cuando tenemos la impresión de que algún político nos ha engañado premeditadamente, no ha ocurrido sino que, al cambiar su circunstancia –“yo soy yo y mi circunstancia” (Ortega)- para bien o para mal, ha aflorado uno de aquellos múltiples personajes que latían en su interior, en sus adentros. Pero todos aquellos personajes eran él mismo.
Según las peripecias de su vida, los caprichos del azar, el progreso o retroceso histórico, habría salido a la superficie, desde sus adentros, un estadista genial, un mártir de la idea, un traidor, un gran economista, un buen discípulo, un envidioso, un trepa, un pesetero, un multimillonario, un comunista, un cura, un psicópata, un poeta, un orador, un fascista, un general, un hedonista, un hombre ejemplar, una víctima de la idea, un idiota, un homosexual, etcétera, etcétera.
Cualquier individuo común, no digamos los políticos profesionales, lleva en su interior un catálogo de personajes y de situaciones tan amplio como el que puede llevar el actor más profesional.
Y a manera de despedida Fernando Fernán Gómez pregunta al público asistente a la gran función de la política: “¿El político que dice ser ‘de centro’ no está ya preparando, de acuerdo con el método Stanislavsky y la teoría de las latencias, acaso impulsado por el miedo o la prudencia, su posible evolución hacia la izquierda o la derecha?”
Avisados.

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