Habitamos
días aciagos en que, entre otros hechos de violencia, han sido asesinados
periodistas cuyo compromiso con la profesión los llevó a investigar y denunciar
hechos de corrupción, violencia, narco.
Cobra vigencia la advertencia de Chesterton: “Como están las cosas, no hay
castigo para el hombre que lo hace, pero hay castigo para el hombre que lo
descubre.”
Otra vez.
Las
amenazas a periodistas, su asilo fuera de fronteras, el cierre de medios
independientes, los asesinatos, tienen antecedentes. Y de ello daba cuenta
Carlos Monsiváis.
El 30 de
mayo de 1984, al salir de su oficina, Manuel Buendía, columnista de Excélsior, es asesinado por la espalda.
La foto de portada de Impacto es despiadada:
el cadáver de Buendía en la calle, de bruces, cubierto por su gabardina. En el
momento de su muerte, Buendía, probablemente el periodista más leído del país,
investiga diversos vínculos entre política y delito: los asesinatos de grupos
ultraderechistas en Guadalajara, los negocios turbios del sindicato petrolero,
el tráfico clandestino de armas, las "irregularidades" del aparato
judicial y, tal vez, el narcotráfico. Nada se encuentra en sus archivos, presumiblemente saqueados.
Mayo.
Otra vez.
Según Monsiváis
ese crimen “determinante en la historia de la libertad de expresión, da lugar a
protestas, promesas y búsquedas policiales tan costosas como inútiles”. Los
resultados de las pesquisas son desalentadores. “Nada sucede, salvo el
hostigamiento a las amistades del periodista y un rechazo categórico de los
procuradores: ‘No hubo motivos políticos en el crimen’.”
Daremos
con los responsables, las investigaciones llegarán hasta donde sea necesario,
el delito no quedará impune.
Otra vez.
Años
después –siempre siguiendo a Monsiváis- se produce la detención de los
responsables cuando “el 20 de junio de 1989 la Procuraduría de Justicia del D.
F. arresta a Zorrilla Pérez y a Rafael Moro Ávila por el crimen”. Sin embargo,
cuando la incredulidad y la sospecha ya están instaladas en la opinión pública
existe “la convicción generalizada acerca de los autores intelectuales del
asesinato apunta ‘hacia arriba’, y ve en Zorrilla a un segundón”.
Nunca
más. Ya basta. Todos somos...
Otra vez.
El
dolor, la rabia, la indignación.
Otra vez.
Tal
vez, como nunca.
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