martes, 16 de mayo de 2017

Violencia contra periodistas


Habitamos días aciagos en que, entre otros hechos de violencia, han sido asesinados periodistas cuyo compromiso con la profesión los llevó a investigar y denunciar hechos de corrupción, violencia, narco.
Cobra vigencia la advertencia de Chesterton: “Como están las cosas, no hay castigo para el hombre que lo hace, pero hay castigo para el hombre que lo descubre.”
Otra vez.
Las amenazas a periodistas, su asilo fuera de fronteras, el cierre de medios independientes, los asesinatos, tienen antecedentes. Y de ello daba cuenta Carlos Monsiváis.  
El 30 de mayo de 1984, al salir de su oficina, Manuel Buendía, columnista de Excélsior, es asesinado por la espalda. La foto de portada de Impacto es despiadada: el cadáver de Buendía en la calle, de bruces, cubierto por su gabardina. En el momento de su muerte, Buendía, probablemente el periodista más leído del país, investiga diversos vínculos entre política y delito: los asesinatos de grupos ultraderechistas en Guadalajara, los negocios turbios del sindicato petrolero, el tráfico clandestino de armas, las "irregularidades" del aparato judicial y, tal vez, el narcotráfico. Nada se encuentra en sus archivos, presumiblemente  saqueados.
Mayo.
Otra vez.
Según Monsiváis ese crimen “determinante en la historia de la libertad de expresión, da lugar a protestas, promesas y búsquedas policiales tan costosas como inútiles”. Los resultados de las pesquisas son desalentadores. “Nada sucede, salvo el hostigamiento a las amistades del periodista y un rechazo categórico de los procuradores: ‘No hubo motivos políticos en el crimen’.”
Daremos con los responsables, las investigaciones llegarán hasta donde sea necesario, el delito no quedará impune.
Otra vez.
Años después –siempre siguiendo a Monsiváis- se produce la detención de los responsables cuando “el 20 de junio de 1989 la Procuraduría de Justicia del D. F. arresta a Zorrilla Pérez y a Rafael Moro Ávila por el crimen”. Sin embargo, cuando la incredulidad y la sospecha ya están instaladas en la opinión pública existe “la convicción generalizada acerca de los autores intelectuales del asesinato apunta ‘hacia arriba’, y ve en Zorrilla a un segundón”.
Nunca más. Ya basta. Todos somos...
Otra vez.
El dolor, la rabia, la indignación.
Otra vez.
Tal vez, como nunca.

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