martes, 13 de junio de 2017

Autoevaluación


Evaluar el trabajo de los demás suele ser más fácil que hacerlo con el propio. Y los escritores no están exentos de ello.

Isaac Bashevis Singer estaba escribiendo una novela cuando hizo una acotada consulta pública para recibir opiniones de otros. “Le mostré a mi hermano el primer capítulo de mi novela y su reacción fue favorable.” Procuró otras sentencias ya no tan fraternales. “Abe Cahan, el editor del Forverts, también lo había leído y publicó una nota elogiosa acerca de él.”

Pero más allá de esta retroalimentación positiva, había algo que no convencía a Bashevis Singer en cuanto a las virtudes de su trabajo (“yo sabía que algo fallaba en esa novela”) y que lo resumió en la siguiente forma.

En mi cuaderno de notas tenía apuntadas las tres características que una obra de ficción ha de poseer para triunfar:
1. Su argumento debe ser preciso y cargado de suspense.
2. El autor debe sentir un deseo apasionado de escribirla.
3. Ha de tener la convicción, o al menos la ilusión, de que es el único capaz de abordar ese tema  concreto.                                            

Isaac Bashevis Singer estaba muy lejos de ser autocomplaciente por lo que su fallo es terminante: “De estos tres requisitos, empero, a esa novela le faltaban todos, y en especial mi pasión a la hora de escribirla.”

Es posible que el potencial lector de estas notas se pregunte: ¿cuál fue el destino de aquella novela?, ¿qué pasó?, ¿abandonó el proyecto?, ¿la reescribió?

Si usted se entera, sabremos agradecerle que nos pase el dato.

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