jueves, 15 de junio de 2017

Dilemas de cortesía


Pocos lugares comunes son tan visitados como el que dice que los tiempos han cambiado. En tecnología, clima, mundo del trabajo, relaciones sociales. En este último rubro, ello se hace patente en el vínculo entre mujeres y varones; unos y otros están construyendo un nuevo lugar y en ese proceso no son pocas las incertidumbres que se presentan. Sergio Zabalza comenta una situación que lo tuvo como protagonista.

Semanas atrás me encontraba sentado junto a otras personas en una sala de espera, y mientras dejaba pasar el tiempo absorto en mis pensamientos entró una mujer. Como en el espacio no había sillas disponibles, me incorporé para ceder el asiento. La señorita me miró con cara extrañada y casi con fastidio me hizo un gesto que lo decía todo, o sea: ni gracias. Un tanto perplejo, decidí no volver a sentarme y permanecer de pie.
Ahora pienso que esa silla vacía era una metáfora de la desorientación que muchos hombres experimentan ante el cuestionamiento de los códigos y semblantes que, hasta no hace mucho tiempo, pautaban las relaciones entre los sexos, para decirlo todo: hoy muchos tipos no saben bien cuál es su lugar ni cómo ponerse.
Algo parecido sucede al subir a un colectivo o tomar un ascensor: en ciertas ocasiones el gesto de dar prioridad a la dama es considerado una actitud machista, sexista y paternalista que atenta contra la igualdad entre los sexos. No descarto que sea así, y que las damas en cuestión tengan sus fundadas razones para actuar de esta manera, solo que también hay muchas otras cuya manera de pensar es diametralmente opuesta: aprecian el gesto de cortesía y en caso de que no se les conceda, descalifican al varón en cuestión por mal educado o desconsiderado.

Como a Zabalza le preocupa la posibilidad de no expresarse con claridad lo que podría dar lugar a malentendidos, insiste en que sus reflexiones no están guiadas por la nostalgia que llega del pasado sino por la incertidumbre que surge en el hoy.

Insisto, considero tan válida la posición de las mujeres que rechazan la cortesía sexista como las que la agradecen y esperan. Sólo me interesa destacar la encrucijada en las que muchos varones quedan atrapados ante el vértigo con que los nuevos tiempos y acontecimientos reformulan códigos y expectativas de convivencia.

Así las cosas, los viejos manuales de urbanidad y cortesía deben ser revisados a la luz de los nuevos tiempos.

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