jueves, 27 de julio de 2017

Ningunear


Hace ya unos cuantos años José G. Moreno de Alba se manifestaba sorprendido tanto por la falta de aceptación del término “ningunear” (la Real Academia Española había decidido ningunearlo) como por su restringido nivel de circulación.
Me sorprende que el DRAE no dé cabida al hermoso y utilísimo mexicanismo ningunear (con su derivado ninguneo), y me extraña asimismo que no se haya extendido a otros ámbitos geográficos de la lengua española, pues a mi ver se trata de una voz no sólo perfectamente formada, de acuerdo con las reglas de derivación (se añade simplemente el sufijo verbal -ear al pronombre o adjetivo indefinido negativo ningún, ninguno), sino que además puede verse casi como necesaria, ya que de no emplearse hay necesidad de acudir a largas e inexactas perífrasis.
Desde aquel entonces las cosas han cambiado, el término se ha logrado imponer y el DRAE le dio su beneplácito definiéndolo de la siguiente manera:  
De ninguno.
1. tr. No Hacer caso de alguien, no tomarlo en consideración.
2. tr. Menospreciar a alguien.
Asimismo la expresión ha ido ganando carta de ciudadanía en diversos países hispanoparlantes que la han adoptado como propia.
Ahora bien, sin pretender desautorizar a la RAE parece más acertada la definición propuesta por José Moreno de Alba (“Ningunear es hacer ninguno a alguien”) en ocasión de salir en su defensa. “La expresividad del vocablo es innegable; es enorme la cantidad de matices semánticos que pueden observarse en los variadísimos contextos y situaciones en que aparece; su frecuencia de uso entre los hablantes mexicanos es muy alta y pertenece a todos los niveles sociales.” Cabe precisar que para Moreno de Alba no todos los términos acuñados en la calle merecen permanecer. “Muchos neologismos, hay que reconocerlo, resultan no sólo innecesarios sino vulgares y estúpidos; no deben preocuparnos mucho, pues están condenados a desaparecer.”
Es posible entonces diferenciar a los neologismos de vida efímera de aquellos cuyo descubrimiento ha sido un verdadero hallazgo y están llamados a enriquecer el lenguaje, tal como lo aclara José G. Moreno de Alba. “He aquí un ejemplo (entre muchos otros) de un neologismo o, si se quiere, de un dialectalismo feliz. El español mexicano, los hablantes mexicanos, generan a cada paso, con sorprendente naturalidad, vocablos destinados a permanecer.”
Lamentablemente desconocemos el nombre del orfebre del lenguaje (sería merecedor de un reconocimiento público) que propuso este vocablo pero Moreno de Alba sospecha con sobradas razones que su origen no está en la academia sino en el sector popular.Los neologismos que se quedan son los que, como ningunear, son resultado de la inteligencia y de la sensibilidad de los hablantes, y no necesariamente de los más cultos, ya que con frecuencia es el pueblo el mejor inventor de palabras. Ése es el caso, creo yo, de ningunear.

No hay comentarios: